Hola, soy yo, estoy desesperada y es
treinta y uno de diciembre. Pepe me ha cortado el teléfono y no puedo llamar a
Mari Pili, a mi tía Loli, a mi vecina de enfrente, a mi madre…, bueno, a mi
madre da igual que hoy no la llame porque como no se ha muerto nadie
interesante pues no me va a escuchar, pero es que es fin de año y yo tengo que
despedirme para anunciarme después ya que en el 2014 deseo seguir siendo
tremenda…, así que sentaros que os ha tocado escucharme.
He decidido ser sexy para el 2014..., por
cierto, ¿en este nuevo año que se va a parir de un momento a otro, cuántos años
cumpliré? Cuarenta y todos ¡Qué horror! ¿Eh, cómo se os queda el cuerpo? De
todas formas esta mañana me levanté y me dije “Lola, pero que jamoncito estás,
hija”… Pero jamoncito sin sabor, no os voy a engañar. Entonces, me puse a
espachurrar las neuronas hasta que llegué a la conclusión que si me ponía sexy,
tendría a Pepe entretenido y no me cortaría el teléfono… Sí, soy así de
rudimentaria y el fin justifica los medios. Miré el monedero: ruinoso, pero a
Pepe con las prisas se le había olvidado la tarjeta de crédito y me dije “Ahora
o nunca” y salí con faldas y a lo loco.
¿Dónde fui? A una lencería. Entré en una
finísima y la dependienta que parecía que se había tragado el palo de una
escoba, con voz gangosa me pregunta:
-Señora, ¿desea algo?
-Pues claro.
-Dígame usted…
-Déme para mis…
-¿Un sujetador, Señora?
-Sí, eso.
-¿Qué copa?
-No gracias, a estas horas aún no bebo.
-Le pregunto qué copa de sujetador usa.
-Una que me valga, el tamaño me da lo
mismo.
-¿A, b, c…?
-Con el abecedario completo.
-¿Color?
-Uno que sea total, ya me entiende.
-¿Desea braguita a juego?
-¿Tendrán para mi tamaño? Es hermoso como
una plaza de toros. Mire, mire…
-No. Será mejor que se vaya Señora.
-¿Por qué? Traigo la tarjeta de mi marido
para pagar. Mire, mire…
-No miro, Señora. Esta tienda no es la
adecuada para usted.
-¿Y eso quién lo dice?
-Señora, le estoy invitando amablemente a
que se vaya.
-Si yo quiero comprar.
-Vaya a comprar a otra tienda.
-Quiero comprar en ésta. A ver,
señoritinga, déme docena y media de todos los colores en la talla extra XXXXL y
para mis cosenos del tamaño de las naranjas de mesa también docena y media.
-Señora, ¿sabe lo que está usted diciendo?
-No, pero me es inverosímil. Déme lo que ha
pedido.
-¿La tarjeta de su marido va a soportar
semejante presión económica?
-¿La tarjeta, dice? La tarjeta sí, mi
marido no, pero eso no es asunto de usted.
-¿Se lo va a probar?
-Por supuesto que no. Me lo probaré delante
de mi marido y lo que no le guste, lo devuelvo mañana.
-Señora, estas prendas no permiten
devolución.
La mujer con el palo de la escoba corriendo
tieso por su cuerpo y mente me estaba poniendo de los nervios y yo tenía que
solucionar lo de mi teléfono, así que le dije que me envolviera todo y ya vería
como me las apañaba yo después…
-¿Cuánto es?-dije mirándola por encima del
sobaquillo.
-Dos mil trescientos veinte euros, Señora.
-¿Cómo dice?-me quedé estrangulada- ¿Las
bragas tienen música?
-No, Señora. Esto son piezas de artesanía.
¿Sabes usted lo que es artesanía?
-Lo que usted no sabe, hija mía, es ganarse
el sueldo. Nunca juzgue las apariencias externas… Se equivocará.
… Y con las mismas, me salí muy digna del
establecimiento… No soporto la prepotencia y menos para venderme unas bragas
artesanas que, al fin y al cabo, no dejan de ser bragas, ¿no os parece?
Así que según volvía para casa, me he
metido en una tienda de “Todo a un euro”, de chinos, claro, y por cinco euros
me he comprado un par de set lenceros a cual más feo… No me queda más remedio
que hacer el pase a mi Pepe a oscuras. Total, en la oscuridad todos los gatos
son pardos… Espero que mañana ya vuelva a tener línea de teléfono. Ya os
contaré y si resulta, os digo la dirección de mi chino lencero
¡Adiós, amigos, hasta el 2014!
Vuestra Lola, la sexy