
-¡Ay, Jesús!, No me chilles que los únicos que están sordos son los muertos.
-¿Me puedes decir para qué has comprado más tazas de desayuno? Somos cuatro o es que piensas poner un hotel…
-Pepe, somos seis. Te olvidas del perro y la tortuga.
-Contesta…
-Pepe, mi amor, mi capricho… Era una oferta irresistible… ¡Ojo! Mari Pili también compró.
-La casa de Mari Pili me importa un carajo.
-Pues te debía importar Pepe. Pues si no me quieres ver, vas a casa de Mari Pili y te sentirás tan agustito. Tenemos las mismas cosas.
-Otra tarada.
-Oye, Oye, sin insultar a mi alma gemela. Insulta a tus difuntos, total, no te oyen.
-No se cabe en casa, Lola.
-¿Qué me estás insinuando, Pepe? Mi minimalismo es abigarrado, pero tan decente como tu simpleza.
-Quita trastos de en medio, por Dios te lo pido.
-Me puedes decir para qué metes a Dios en este ajo… Dios tiene el universo entero para decorar, pero yo… sesenta y cinco metros… ¿No te doy pena?
-Lola quítate de mi vista…
-Pepe, Pepiño mío… no puedo.
-¿Por qué no puedes, Lola?
-No hay sitio… Bueno, hay un hueco en tu armario, pero me voy a comprar al mercadillo los modelos de verano y…
-Lola, me ahogo…
-Ven, anda, abre la boca. Seguro que se te ha quedado la mala leche torcida en la garganta… Espérame que voy a por la espumadera.
-¿Para qué quieres una espumadera?
-Hijo, para qué va a ser… Pues para metértela por la garganta y desatascarte. Mira, te estás poniendo morado…
-Quita, quita, voy a desayunar y me largo… ¡Loooooooooooola!
-Ahora qué pasa… Un momento, ya voy… ¡Santa Críspula Bendita! ¿Qué has hecho Pepe?
-Se me han caído las tazas.
-Igual que los pobres japoneses… Vaya tsunami que me has preparado… Has destrozado todo, me que quedado sin nada. Y ahora, ¿qué hago?
-Vivir con sencillez, Lola, que falta te hace.
-Antes muerta que sencilla, Pepe ¿Entendido?... ¿Mari Pili? Soy Lola, tengo que renovar la decoración, ¿a qué hora quedamos?