miércoles, 31 de enero de 2018

AL RICO SOL CANARIO

Hoy no pensaba escribiros porque entre deshacer la maleta, tomarme la temperatura y poner lavadoras pues ya estaba rellena de quehaceres pero es que he  hecho un alto en el camino y he ido a uno de mis blogs y me he encontrado con el mensaje de una fan que me cuenta que ha estado en la playa y ha venido tan negra como la pena de un pobre. 

Automáticamente me he ido a mirar al espejo y estoy como una sábana de blanca pero no nueva sino como las que se van quedando un pelillo grises por el uso. ¡Ozú, que depresión más desnatada me ha entrado!
 ¿Por qué? Porque yo también vengo de la playa, esa que garantizan buen tiempo todo el año y vengo como los zorros en un día de cacería sin cazar.

Es que si os cuento… Nada más llegar, reunión de la tercera y cuarta edad, ah y conmigo, para darnos pautas entre las cuales una de ellas era comunicarnos que teníamos un médico a disposición nuestra. Miré mi entorno y pensé “No me extraña con tanto abuelo”

¡Já! La única que ha utilizado el médico he sido yo, la joven, la dicharachera, ¡miau!, si ya lo dice mi Pepe que las apariencias engañan, ¡qué tío!, siempre tan gafe y atinando con sus aseveraciones, coña.

Y cuando mi salud se medio sanea, comienza a llover igual que si no hubiera un mañana y lo único que me ha quedado para distraerme ha sido mirar las nubes mientras comía plátanos, riquísimos, por cierto.

Vamos, cuando me he bajado del avión, cómo me ha gustado ver el cielo azulito, liso, muy limpito, de Madrid. Tal vez por eso digan, entre otras muchas cosas, que de Madrid al cielo.

Desde luego mañana si sigue así el cielo, me asomo un rato a la ventana a ver si me tuesto un poco porque, ¿cómo me voy a presentar a dar envidia a mis amigas con este careto de sábana usada?

miércoles, 17 de enero de 2018

CURSO DE MAQUILLAJE EXPRÉS

Acabo de terminar un curso acelerado de maquillaje con prácticas incluidas; un desastre.
Lo comencé ilusionada pensando que lo mío tenía fácil arreglo… ¡Qué va! Fue empeorando según fueron avanzando las prácticas hasta la consumación terminal. La novia de Frankenstein a mi lado era mucho más hermosa, ¡Y mirad que puse empeño!

Todo empezó por mi obsesión por comprarme el Telva, revista que soy fiel desde mi primer curso de carrera universitaria. Me aburría estudiar tanto la Geografía que llegué a quinto con todo aprobado menos la Geografía, ¿qué pasó? Nada, no me quedó más remedio que ponerme a estudiar montes, ríos y aledaños y mientras me entraban en la mollera, me distraía con mi revista de cabecera y eso que no las tendría que ser fiel porque ¡anda que no las he escrito veces! para ver si las podía mandar mis novelas y si las gustaba pues la recomendaran en su apartado de lecturas ¿Me habéis contestado vosotros? No, pues ellas tampoco, pero, aun así, las sigo siendo fiel. Debo de ser de la última hornada como los últimos de Filipinas; fiel hasta el fin.

Pero a lo que iba…Vi un reportaje de mujeres maduras aunque interesantes, y me fascinó ¡Qué ojos, qué bocas, qué pieles! Y por lo que contaban, fácil de conseguir. Yo, que para torera no tengo precio, entré al trapo con el primer muletazo, busqué, busqué hasta hallar un curso sencillo y gratis, por supuesto. ¿Cuántas veces vi los videos? Muchas, muchísimas veces hasta que me lo aprendí. Luego me fui a Mercadona y me compré los potingues necesarios. En fin, estaba decidida a solucionar los desajustes de mi cara, más descolgada que un ascensor, así que mi empeño merecía un esfuerzo por dejar de estar descolgada.

El día de mis prácticas, lo recuerdo muy bien, había quedado para cenar con mi amiga Aurora. Solo pensar la cara que iba a poner cuando me viera entrar en el restaurante con treinta y cinco años menos, merecía cualquier esfuerzo.
¡Qué sudores, madre! Claro, al ser de letras y no de ciencias, no tengo muy claro eso del orden de los factores no altera el producto. Me hice un lio, un lio gordo, el caso que terminé casi cuando teníamos que volver de cenar y mi amiga Aurora, para rematar la estocada, me dijo esa noche que tenía mala cara ¡Pero si iba más pintada que Celia Gámez cuando era joven! ¿Cómo me podía decir eso mi amiga? Pues me lo dijo y con cara de preocupación. Me desmoroné, pero al día siguiente había olvidado mi desmoroné y volví a la carga. Esta vez me dejé la cara como si me hubiera dado cemento armado. Menos mal que esa tarde no tenía que salir de casa, solo me vio mi Pepe que, por cierto, me dijo que estaba muy seria, como triste ¡A ver, si tenía la cara aplastada de tanto potingue, no podía gesticular!

Resumiendo, un desastre. Pero no me amilano, yo sigo haciendo pruebas. La verdad es que voy simplificando y como encuentre un producto de un tres por uno me lo compro; ahí no me voy a equivocar seguro. Todo junto, todo revuelto y ¡Hala, con faldas y a la calle!

Os dejo, estoy encantada de contaros mis cosillas, pero es que ha venido Peluche, ¡ya tiene que estar desesperado!, a pedirme, aprovechando que sabe que la costura no es lo mío, quiere que le cosa unas zapatillas de deporte. Al principio he mirado el calendario no fuera a ser que ya estuviéramos en el 28 de diciembre, pero al ver que no, le he prestado atención mientras miraba los agujeros de las zapatillas. Le he dejado expresarse, yo muy en papel de madre receptora y cuando ha acabado he sentenciado “Hijo, tíralas” a lo que la criatura ha contestado lastimosa “Mami es que cuestan 200 euros”

“200 euros unas zapatillas y, ¿van y se rompen? Trae hijo que te voy a hacer un apaño que cuando seas abuelo aún no has sacado el pie de la zapatilla”

miércoles, 10 de enero de 2018

LOS DESASTRES DE LOLA

Cuando terminé de hablar con las paredes, me di cuenta que no soy nadie sin mi Pepe.  Nadie me replica, nadie me contradice, nadie me enseña. Vamos, me aburro como una ostra, me falta vidilla, la sal de mis horas. Así que nuestros reencuentros son lo más. Lo de menos es que al minuto y medio yo ya estoy en la posición de salida que no es otra que la de enfadada. Claro que lo más tremendo para mí y suerte para Pepe es que me enfado tanto que cuando voy a recapitular los agravios ejecutados por mí Pepe, no sé por cuál enfado he de darme por ofendida, se me han olvidado. Lo más inteligente sería un enfado globalizado pero como mi desmemoria es global, mi supuesta globalización es un fiasco, insisto, para suerte de Pepe.

Y es que esta semana he estado sola hasta que apareció mi Pepe en posición de caballero medieval a rescatar a su dama ¡Qué semana, mamma mía!
Está visto que cuando algo se tuerce, no hay que engañarnos; la situación es susceptible de empeorar y mucho, eh. Pero cuando la situación parecía próxima a enderezarse y mi cabeza emerger a un nuevo mundo como Colón, llegó el fontanero y me remató.

Yo pensaba que como mi Pepe no había más que él en su especie, ni reproducciones, ni copias, ni ná. Sin embargo apareció el fontanero de nombre Cristóbal… Solo digo que era mi Pepe en versión triple. Me dejó tartaja.
“Señora esto es una bomba de relojería, de un momento a otro estalla” Yo achicaba aguas con la escoba mientras él me ahoga en desastres naturales. Por culpa del local de mi madre, Valladolid se vería obligado a ir en barca para comprar el pan… Igualito que mi Pepe cuando se pone a enumerar los cataclismos que pueden llegar a suceder si… Menos mal que “ese si…” casi nunca se da, a dios gracias. Pero el fontanero, insisto, en versión triple, igualito que si te tomas un dry Martini triple, actitud que aunque fueran horas de no estar puestas las calles vallisoletanas aún, debí hacerlo y tomarme un par de ellos para no soportar conscientemente al tal Cristóbal.

Me libro del fontanero, una vez que le pago por contarme las catástrofes porque otra cosa no hizo y llega a mi vida “otro propio” de corte distinto con resultados similares. El fulano se pone a mirar las paredes, los techos, a poner cara de asco, si me apuráis sentí hasta su desprecio en mi ánimo ahogado previamente por Cristóbal. Mi cabeza ya solo daba de sí para decirme “Escúpele, dale una patada en los güevos”, pero me contuve más que nada porque me empezaba a bloquear y encima ya estaba tartaja y cada vez que el fulano me hablaba yo parecía potencialmente idiota con un par de pedruscos en la boca que impedían que le dijera “Vete a la mierda”

Se largó por dónde había venido, a dios gracias, y llega un buen hombre, por fin, a mi vida. Me arregla la puerta, le pago, se va y…la puerta que no cierra, que sigue rota. Mentalmente me puse a llorar aunque lágrimas no salían, bastante ahogada estaba yo de agua como para que mi cuerpo se pusiera también a expeler agua.

 Y llegó mi Pepe montado en su rocín negro maldiciendo porque no encontraba hueco para aparcarlo. A mí a esas alturas, me importaba un pepino que los mil caballos negros de Pepe fueran a ser multados por un propio vallisoletano cuyo objetivo es engordar las arcas municipales a costa de los rocines y sus conductores. A mí lo que me importaba es que mi Pepe ya estaba junto a mí calentándome la oreja y diciéndome “tranquila, todo se arreglara”… Claro, luego añadía lo mal que había hecho las cosas, yo, él no, porque no estaba, no te fastidia.