viernes, 28 de julio de 2017

LOLA NO TIENES EDAD

Ayer tuve “un día “horribilis” de esos que no quieres que empiecen y si comienzan pues que terminen rápido; largo como una ristra de chorizos.
Dentista, agujetas y echar gasolina al coche, A simple vista parecen tonterías, que lo son, pero todo tiene su edad, aunque la mía sea inconfundible según mi madre “Hija desde los 16 años no has evolucionado”, pues con la aseveración de mi madre no tengo edad para muchas cosas.

Me desperté sin saber dónde estaba, solo sabía que mi cuerpo no respondía a mis órdenes. Era un dolor de arriba abajo sin pausa. Poco a poco fui recapitulando. La cama era la mía, el Perro que dormía en el suelo, el mío. Las cortinas de la ventana, por cierto, las tengo que lavar, también mías… Todo en orden, pero, ¿por qué mi cuerpo no era el que es normalmente? Y mis neuronas me contestaron rápidamente “La farola de Críspula” Y me acordé, claro que me acordé que mi amiga me invitó a tomar vino mientras veíamos una puesta de sol. Me apoyé en la farola extasiada viendo el adiós solar. Mi amiga me rellenaba constantemente el vaso y yo bebía y bebía como los peces en el río. El sol se fue, pero no la farola a la que me agarré con pasión diciendo a Críspula “Cada día tengo el cuerpo más elástico” Y es que mi cuerpo, al ritmo de la música, era goma de mascar. Se estiraba, se encogía, se contorneaba… También recuerdo los ojos de mi Pepe ¡espantados!, pero es Pepe y cualquier cosita que se salga de la norma pues le rompe los esquemas, sin embargo, yo, mujer de goma, esa noche era bailarina de farola, si hasta mi cintura era casi una peonza, Claro, cuando desperté del todo toda yo magullada me di cuenta que ni goma ni leches sino la mujer estatua sin poder moverse.

Y lo malo es que tenía que ir al dentista a que me apretara los tornillos. Tardé en montarme en el coche ni se sabe, todo mi cuerpo hacía ruido; creo que los huesos estaban fuera de su lugar de procedencia.

Pero, ay amigos, enciendo el bugui y apenas tiene gasolina. Voy a la gasolinera, atestada de gente, a mí que me entra la paranoia al ver tanto árabe echando gasolina y mi imaginación calenturienta echando leña al mono, Total, salgo huyendo a otra gasolinera. Llego, nadie me echa gasolina, no me hacen caso, me dicen que me la eche yo, yo digo que no sé. Sí, me da miedo y como me da miedo no he aprendido a echar gasolina al coche. Resumiendo, suelto un espich para nada porque nadie me escuchó, pero esta moda de autoservicio no me gusta, además de quitar puestos de trabajo, leñe. Total, me vuelvo a subir al coche, sin gasolina, claro. Estoy entrando en la siguiente gasolinera y mi bugui que se para. Vamos que se paró del todo. Ahí di pena y empujaron el coche y me echaron gasolina y me sonrieron y me dieron conversación y yo tan contenta. Pues como debería ser el mundo, un intercambio de efluvios positivo.

Llegué tarde al dentista y el hombre para rentabilizar mi retraso, me apretó y me apretó los tornillos, venga a apretar hasta dejarme dos tallas menos la boca. ¡Qué dolor!
Volví a casa contrahecha. Un día horribilis en que Pepe me miró al pasar junto a él y sentenció “Lola, no tienes edad”

¿Acaso le había pedido su opinión? Qué manía tiene la gente de decir verdades a destiempo y sin pedírselas, leñe.

viernes, 21 de julio de 2017

FLOJA, MU FLOJA

¿Os sentís bien? A mí este calor me ha dejado los sesos planos. No es que los hubiera tenido gordos alguna vez, pero ahora ni responden; da igual días pares que impares, mi sesera no funciona. Me niego a pensar que ha muerto pues rápidamente mi Pepe me la entierra. Sí, haría un buen velatorio pues su ánimo borda estos momentos, pero mis sesos tienen seso para rato, estoy convencida. Tanto que creo que lo que le pasa a mi sesera es que está floja, vaga, perezosa, remolona, gandula, haragana, holgazana, indolente, ociosa…, ya no me sé más adjetivos, pero como nuestro acervo castellano es tan rico y gratis, importantísimo lo de gratis, pues lo utilizo.

Estoy pensando que, si a los vagos hubiera que poner cara, dejo mi foto para que me pinten. Fijaros que hasta las palabras las tengo tan vagas que no hay forma de ponerlas letra. Pero mi deber es contaros algo, aunque me lo invente, aunque la invención está en barbecho también. Si hasta abrir los ojos me cuesta; me tengo que poner despertador y lo voy a dejar de hacer porque un día le estrello contra la pared, lo rompo y me tengo que comprar otro y mi economía bajo mínimos se deteriora.
Ahora que me acuerdo y hablando de economía, ¡qué mes de julio más desastroso!... Veis, hasta la memoria está vaga que ni se acuerda que debo dinero a media humanidad. Cualquier día a la cárcel tenéis que ir a leerme.

Se me rompió la nevera, el coche, el ordenador… y la lavadora no lava. Un desastre de mes. A Pepe le han salido canas de tanta desgracia junta y a mí no sé, pues me tiño el pelo, pero temo que hasta las canas están vagas como toda yo.
Así que mi Pepe y yo hemos resuelto el tema comprando a plazos; la semana que viene la lavadora. Porque lavar, lava, pero la ropa sigue saliendo toda ella con las lámparas con las que entró. Fijaros que con lo dialogante que soy que hasta hablo con los políticos, pues ayer hablé con la lavadora.
-A ver, ¿qué, puños, te pasa? ¿Necesitas lejía, otro detergente, ojo, que esté en oferta, eh? ¿Más agua, más tiempo? Qué, contéstame…

Pues que no me contesta. Una borde y a mí, estos seres por muy inanimados que sean, que no dicen nada, me parecen, cómo poco, unos maleducados. Pepe me escucha estos diálogos sordos y no hace más que menear la cabeza y aún me enciende más. Él puede ser un soso, pero yo soy muy resalá y hablo con todo el mundo. Con los que más dialogo es con mis chismes; me encanta porque no me llevan para nada la contraria ni me interrumpen y mi Pepe, siempre. Claro, es con el que menos hablo, ¿para qué? Sí siempre tiene razón por ese cabezón que tiene tan perfectamente amueblado… Prefiero mi cabecita mal alineada pero superviviente a cualquier tempestad.

En fin, pues eso. Vaga, entrampada y llena de lámparas está Lola. Ahora, siempre que llueve, escampa y sale el sol, además.

sábado, 8 de julio de 2017

CERRADO POR DESCANSO

En unos días volveré. Disfrutad de la vida y nunca olvidéis reír.

lunes, 3 de julio de 2017

A LA RICA REBAJA, OIGA…

¡Ay, quién me ha visto y quién me ve, ay! Ya no soy la que era, he perdido una parte esencial de mí. Recuerdo que la palabra “Rebaja” me enloquecía de tal manera que era poseída como la niña del Exorcista; de aquella mujer queda el dejar las tiendas como si ha pasado un huracán. Las dejo niqueladas pues donde veo un montón, lo destrozo. Las prendas se caen al suelo y yo las recojo, claro que las recojo, no las dejo tiradas, pero las amontono de tal manera que no sabes si es una tienda o que pasó el tsunami de Lola. Ya las perchas ni os cuento. Según las miro, se caen  solas.
Pero este año, ay este año. He vuelto a casa después de trabajos forzados durante cuatro horas, con una sartén para freír los huevos de mi Pepe y que les salgan puntillas muy a su gusto, una toalla playera aprovechando que no voy a la playa y un pijama que es tan ideal que no lo voy a utilizar para ir a la cama. Allí no lo ve ni Pepe, así que me vestiré de ir a la cama para salir a la calle; ideal, ideal, ya os digo, y no suelo mentir a no ser que me vea forzada por causas extremas. Entonces miento, miento, miento sin control, pero mentiras piadosas porque soy muy capillitas, eh.
En fin, será la edad, esa que no pronuncio por ser secreto de estado, que por fin ha venido a poner algo de juicio en mi cabeza alocada.
En las rebajas a lo largo de mi dilatada vida he pasado por varios estadios. En el primero me compraba de todo aunque fuera absurdo y lo peor es que me quedaba con ello. Vamos que era una manirrota en estado lacerante. La segunda etapa, estando igual de chiflada por las rebajas, ya me especialicé en comprar y devolver pero a una rapidez inimaginable; había veces que no llegaba a salir de la tienda y ya estaba en la cola para devolverlo, o me lo compraba en Murcia y lo devolvía en Oviedo. También me especialicé en comprarme en sucesivas veces la misma prenda con la misma talla y color y, por supuesto, volverla a devolver, menos una vez que se me olvidó devolverla a su enésima vez devuelta y terminé comprándome otra igual y al año siguiente ver dos prendas gemelas en el cajón. ¡Una vergüenza con mayúsculas! Venga decidlo, la verdad ofende, pero como ya he interiorizado aquella etapa, la asumo como uno más de mis errores.
Porque no nos hagamos los santos, eh. Aquí todos erramos, nos confundimos y si hay suerte, rectificamos.
Yo, rectificar, no he rectificado. He mutado a otro ser que ve sentido en otras cosas de la vida y no perder el tiempo en algo que ni necesitas ni te aporta nada a tu existencia.
Con esto que os digo no saquéis falsas conclusiones, no por favor. Uno nace y muere en la misma sintonía en la que vivió y yo soy feliz tropezando y regenerándome o mutando, pero eso no quiere decir que el juicio me haya poseído, no. El juicio no es para mí sino para los que están a mi lado para que me den un toque de vez en cuando y me pregunten “Pero dónde vas alma de cántaro” Entonces yo paro y, y, y…, algo hago pero no sé el qué.
Por ejemplo hoy he despertado en plena mutación. Anoche mi Pepe me echó en cara que era un desastre como ama de casa; tenía la despensa presa de inanición. Me faltaban los elementos más elementales.
No he dormido mutando a otro ser. Y cuando la luz del alba  ha inundo todo mi ser, la clarividencia ha llegado a mis sesos. A partir de hoy que sea Pepe el que se ocupe de la despensa.
¿A que cuando quiero pienso con juicio?

¡Hasta otra, amigos!