martes, 24 de octubre de 2017

LA HISTORIA JAMÁS CONTADA DE LOS TOMATES DE CAMBIL

Me he despertado modo mariposa; no asiento mi pomposo trasero ni así me ahorquen. Cualquier cosita me viene bien con tal de no hacer lo que he de hacer. Nunca me ha gustado la esclavitud y hoy me siento esclava de mis compromisos y no quiero. Necesito, necesito…Hacer lo que me dé la gana. Pues ni eso porque en la puerta me está esperando la censura; mi Pepe.
¡Es el hombre más tomate que ha transitado por la faz terrestre! Lástima que esto de la literatura solo da para engrandecer el ego porque dar dinero, no da que si no, a estas alturas le había comprado un terrenito para cultivar tomates. Que no sabe qué hacer, se da un paseo y compra tomates. Que está aburrido, se come un tomate. Que está más aburrido de lo normal, me da clases de las distintas variantes del tomate. Su vida se resume a un puro tomate ¡Muy tomate, amigos!
Varias veces me he enfadado con él por este asunto. Qué cara llevará de necesidad de tomate que le timan según le ven. Da igual que entre en frutería paquistaní, chilena o española; viene con los peores tomates del mercado y encima ¡Qué precios! Ni una hipoteca mensualizada te cuesta lo que le cuestan a él un triste kilo de tomates. Digo lo de triste porque su bolsillo viene vacío y los tomates llegan hechos polvo, no resisten ni una ensalada.
Su obcecación es pensar que como el sabor tomatero no existe pues es hallar el que sabe, y por más que le cuento que los tomates dejaron de ser tomates en cuanto la mano del hombre los industrializó, no lo entiende. Él busca tomate con sabor como el que buscó Ítaca. Y yo le dejo sortear su búsqueda infructuosa así, mientras me deja en paz y yo puedo dedicarme a rebuscar en las musarañas de mi imaginación alguna historia que contar que al fin logre acercarme a la fama. Fama que se me resiste, se me niega y yo erre que erre, cómo mi Pepe y sus tomates. En el fondo dos que duermen juntos terminan parecidos; esos somos mi Pepe y yo.
Sin embargo, ayer aprovechando una salida mía compré unos poquitos tomates a un precio irresistible y cuando los estaba colocando en la nevera se abre la puerta de la calle y aparece Pepe con una cara de satisfacción como la que me puso el día en que me comunicó que de momento no se podía casar conmigo porque llevaban a su empresa una máquina y él era el único que la podía poner en marcha. Claro que su cara de convencimiento satisfactorio ese día le duró un escaso medio minuto y terminó casándose conmigo, mis chismes y mi perro un 27 de abril como estaba convenido y estipulado.
Pero ayer era distinto, su satisfacción le hacía elevar su bigote casi hasta las cejas. De momento permanecí muda, silente, en standby, hasta escuchar lo que su garganta me iba a comunicar sin necesidad de preguntar “Gordita, te presento a los famosos tomates de Cambil” Los expuso encima de la mesa como si fuera rubíes. Yo los miraba escéptica y un tanto mosca pues la pinta era buena, mucho mejor que los míos de suculenta ofertita, así que le propuse que hiciéramos una cata tomatera. En el fondo de mi ser femenino yo lo que quería era demostrarle que ninguno, ni el suyo ni el mío, sabían y encima los míos eran muchísimo más baratos que los suyos. Aceptó de buen grado manteniendo su bigote por las nubes, hecho que me iba mosqueando por momentos.
Puse la mesa, nos sentamos y comenzó la cata. Yo bajaba la mirada cada vez más mientras los trozos de tomate de mi Pepe iban cayendo uno a uno en mi estómago siempre agradecido hasta que mis ojos se estrellaron contra el plato y no tuve más remedio que reconocer la evidencia.
-En las estribaciones de Sierra Mágina se halla un pueblo tan blanco como la espuma de mar-sentencié.
-Y eso, ¿qué tiene que ver con mis tomates, Lola?
-Todo, absolutamente todo, Pepe. Los orígenes de esos tomates que nos acabamos de zampar, mi ilustre, sabiondo y obsesivo, don Pepe, se los debemos a mis abuelos Vidal e Isabel  oriundos de Cambil que aclarando sus gargantas con  Risol o Aguacerbá se comían un apetitoso carnerete, típico de allí. Eran más pobres que las ratas pero en su patio plantaron tomates y tan sabrosos que comenzó su fama a crecer como reguero del pólvora por la región ya que estaban convencido que su sabor se debía a la tierra. ¿Qué, qué me dices?
-Pues que te estás inventando una historia más. Deja de ser escritora por un rato, anda, hazme el favor. De todos es conocida  tu alocada y portentosa imaginación, Lola.
-Muy bien no me hagas caso pero ahora mismo voy a sacar dos billetes de tren para Jaén, más dos billetes de autobús que nos lleven de Jaén a Cambil…, a mi madre y a mí.
-¿Tú madre, dices?, ¿mi suegra?
-Sí, majete, mi madre, alias tu suegra. Mi madre es de allí pero como nunca te ha interesado mis orígenes pues…
-Lola, la primera noticia. Perdóname.
Me dio lástima ver a mi Pepe compungido pero por primera vez estaba a punto de darle en las narices. ¡Harta de su sabiduría estoy!  Tanto que sabe, me malicio que de Madrid para abajo no tiene ni idea. Bueno y…, vamos a dejarlo.
En un periquete he sacado los billetes, he organizado el viaje sin dejar abrir la boca a Pepe porque si la abre, seguro que no vamos. Aunque lo más difícil ha sido convencer a mi pobre madre que desde hace tiempo vive en una residencia. Ella dice que vive en Benidorm y, ¿quién soy yo para llevar la contraria a mi madre? Voy todos los días a discutir un rato con ella. Ejercicio que bordamos las dos. La doctora nos pide que la hagamos recordar, hablar, lo que sea con tal de que aterrice de “los paraísos fiscales” en los que guarda con celo su memoria, pero es que hoy creo que he liado demasiado a su cabeza. Nada más verme he aprovechado para decirle que estaba pensando en rellenarme, como la reina, con ácido hialurónico que venden en Cambil y, de paso, visitar el pueblo de mis antepasados. Tierras de rebeldes, moros y cristianos. Su mirada cainita me ha taladrado y después de sopesar sus palabras me ha dicho “Menos pensar en ti, egoísta, y mejor dáselo a tus hijos que falta les hace” Despepitada he abierto el móvil a buscar una foto de mis hijos y les he visto tan guapos como era yo a su edad. En cambio yo he encontrado de mí misma un selfies que ni con el nivel de belleza al máximo se me quitaban las arrugas, así que me he vuelto hacia mi madre y la he contestado “Digo a Peluche Mayor que le voy a rellenar del relleno  hialurónico y me manda a cascar nueces, mamá. No te digo si se lo menciono a Peluche Pequeño con ese carácter jovial que posee. Me manda a las islas Caimán de un bufido”… Se ha quedado callada y a continuación “¿Cuánto cuesta rellenarles de ácido? Dímelo en pesetas y ahora mismo llamo al banco. Con mil pesetas tienen hasta para sacar el billete de autobús, ¿te parece?” No me he dado por vencida y la he comenzado a hablar de la fauna de Sierra Mágina. Del jabalí,  del halcón peregrino, de la cabra montesa y…, mi madre que oye la palabra cabra y se arma de nuevo el lío porque se acuerda del cabritillo que compró mi abuelo cuando era pequeña, tan blanquito, tan gracioso y que mi abuelo asesino para comérselo ¡Pobrecita!, lloraba sin consuelo hasta que se me ocurrió nombrar la palabra mágica que todas sus penas cura: el nombre de mi Peluche Mayor. Entonces, de sus ojos que casi no ven, de su rictus hosco, emergió una luz maravillosa indescriptible y va y me dice “¿Por qué no dices a Peluche que se meta a cura? Viven muy bien y nos vamos los tres a Cambil a enseñar la palabra del Señor” Según hablaba me estaba imaginando a mi Peluche Mayor con sotana saltando y corriendo como las cabras por los montes diciendo a sus ovejas “Ríete, mañana te puede faltar un diente”

En fin, he dicho que me llevaba a mi madre a Cambil y aquí estamos los tres. Claro, mi madre no hace más que preguntar en qué pueblo estamos…

domingo, 15 de octubre de 2017

CUESTIÓN DE BUÑUELOS...

Perro se acaba de subir a la mesa, ha desenvuelto cuidadosamente la bandeja de buñuelos, obsequio de mi amantísimo Pepe, y se los ha comido uno a uno sin degustar, así como tragándose bolas de crema; doce perdigonazos entre pecho y espalda. Luego ha venido a mí relamiéndose con los hocicos engatusados de azúcar. Me he mosqueado pues su pienso no lleva copitos de nieve por lo que me he levantado y Perro me seguía ingenuo de él. Se pensaría que le iba a aplaudir con las orejas y le he dejado el culo como un mapamundi.

Claro, antes de salir huyendo como los malhechores, me ha mirado sin comprender mi ataque de nervios al borde de la histeria. Incluso, justo esta mañana, había guardado mi jerga musical de oprobios que últimamente gasto y me sentía tan feliz liberada de palabras malsonantes. Total, las he desempolvado y vuelta a empezar hasta que he oído a una vecina decir a voz en grito “Vaya boca de camionera que gasta la del 5ª A” Justo en el momento que iba a decir como colofón a mi cabreo buñolero “Vete a tomar por c…”, mi frase predilecta de un mes para acá, pero no pude rematarla por la vecina cotilla. De todas maneras, ¿qué culpa tienen los camioneros de mi mal café? Es meter a extraños en mi ensalada, qué manía tiene la gente de meterse donde nadie le llama…

Y es que el asunto de los buñuelos en mi casa trae cola. Mi Peluche mayor nació precipitadamente a los siete meses por un atracón de veintisiete buñuelos ¡Qué malita me puse, madre! Claro el niño muy esmirriado fue a parar a una incubadora y cuando me llevaron a verle me emocioné muchísimo; tenía carita de buñuelo de crema sin rellenar.
Os podéis imaginar que estuve un tiempo sin ser capaz de probar un buñuelo, se me revolvían las tripas solo con ver su aspecto aceitoso rezumando azúcar, pero como todo en mí se olvida, un buen día pasé por una confitería y me compré docena y media y me fui al parque a comérmelos, ¡estaban de muerte súbita! Eso sí, cuando llegué a casa vi las estrellas rodar por la taza del wáter.
Ahora soy más prudente, me tomo cuatro o cinco, o media docena y el resto lo dejo para dentro un rato. Y es lo que me ha pasado esta mañana, de nada me ha servido la prudencia sino para acabar en las tripas de Perro. Pepe se me acercó rápidamente al oír mis tensos alaridos y, ¡qué tufo despedía mi santo Pepe, madre mía!

Olía a naftalina, lo que me faltaba, sin buñuelos y con un marido empolvado de mata polillas. Sí, ya sé que así mi Pepe me dura más  aislado de bichos malignos y que no necesita echarse colonia, con el aroma a mata bichos tiene suficiente.
Pobrecillo, si en el fondo le entiendo pues es un puro agujero; en su armario hay un nido polillero que no hay tu tía exterminar. Claro que el otro día llegó con dos agujeros en el vaquero y me decía “Haz algo, Lola, las pérfidas polillas hasta se meriendan mis vaqueros” Miré los agujeros que más que orificios eran dos socavones de gran envergadura, ¡qué mal le sentaban los pantalones, madre!, parecía todo él una butifarra hasta que caí en la cuenta “Pepe llevas los vaqueros fashion de Peluche”

Se los hice quitar, bueno, se tuvo que tumbar en la cama y yo ir tirando de las dos patas, era imposible quitárselos, la butifarra no cedía. Al final terminó el vaquero con socavones por todo su cuerpo. Ahora como venga Peluche a decirme algo tengo muy claro lo que le voy a contestar “Págame los buñuelos que tu perro se ha zampado” Sin duda esta frase será mortífera y se irá como se fue su perro, con cara de incomprensión entendiendo todo.

sábado, 7 de octubre de 2017

LA MOMIA FOSILIZADA

“A ver Lola, céntrate que hoy es un día grande” Me he dicho con poca convicción, no por lo de grande, que lo es, sino por lo de centrarse, cosa tan inusual en mí que cuando lo voy a utilizar, se me ha olvidado desde la última que lo hice.
Pepe me ha encontrado sacando la caja de herramientas y me ha dicho “¿Todo eso te vas a echar en la cara? Vas a parecer una momia fosilizada, Lola” No me he enfadado porque le entiendo. Si a la que no entiendo es a mí y aquí estoy con los rulos puestos desde las seis de la mañana. Tengo ya un dolor de cabeza de abrigo. Por mí ya me quitaría la cabeza entera e iría sin cabeza a la boda. Claro que también me quitaría las piernas que no me gustan y los brazos que parecen dos muslitos de pollo desfibrilados, y la barriguita que nadie la llamó y ahí se aposentó. Ah y los juanetes y las arrugas… Bueno como siga quitándome chismes, lo mejor es que mande a mi espíritu  que hará buen papel y ya está.
Me he comprado un cucurucho para la cabeza. Tiene de todo en un mínimo espacio: tul, lazos, plumas…, antes muerta que sencilla. Porque yo eso de menos es más como que me parece soso y el caso es que empiezo sin nada pero luego lo estropeo. Comienzo con la faja reductora, un vestido, zapatos y, cuando llego a ese punto, me digo “Nena, muy sosa” Entonces comienzo con la fase de árbol de navidad. Abro cajones, cajoncitos, cajas y cajitas y, ¡hala! Todo para encima de mi cuerpo. Bueno, ha habido veces que he salido más baja. Soy bajita pero, claro, al echarme tanto para el cuerpo, el mismo cuerpo comienza a vencerse por el peso de las condecoraciones.
Pero esta vez no; voy a ir minimalista. Lo haré por la madre de la novia que es sobria, por mis hijos que sientan a su madre por una vez una mujer normal y por mi Pepe que sufre mucho conmigo cuando vamos de boda porque o no puedo andar porque me hacen daño los zapatos o porque voy a andar y pierdo un zapato ya que me los he comprado grandes para que no me hagan daño y, claro, los pierdo, y ya veis a mi Pepe gateando en busca del zapato de Cenicienta. Sufre, sufre una enormidad este hombre mío que va de traje gris, a tono con su ánimo y tal vez al llevar colgado de su brazo un árbol de navidad con luces de colores, él, el pobre, se apaga más.
Pero hoy, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a ser repollo… El caso que meter a Dios en esta ensalada de minimalismo como que no, ya bastante arto está de nosotros y de sus emisarios terrenales que se meten  donde nadie los llama y luego se quejan que se quedan sin rebaño y que en la declaración de la renta no se pone la X en su casilla. No.

Yo hoy, yo hoy, yo hoy…, yo qué sé cómo me pondré si cambio cada minuto y medio de idea aunque lo importante es que grite alto y claro ¡Viva Los novios, viva España!... Ah, no. Lo de viva España es en otro sitio. Ayyyyyyyy… Si aún hoy canto Asturias patria querida y mi Pepe se esfuma.