
-Hola Mari Pili.
-Mi Lola, cuánto te he echado de menos.
-Menos lobos, Mari Pili. Si me hubieras amado como una buena amiga, hubieras puesto a Paquito a hacer un par de paellas y me habrías llevado a Alemania.
-¡Mujer!, Paquito iba a buscar trabajo y yo le acompañaba para que no le engañaran.
-¿Y qué?, ¿le has dejado en Alemania?
-Qué va… Dice que no soy de fiar, que no puede vivir sin mí y que se volvía para España.
-No me extraña, ¿quién se va a fiar de ti? Te quedas sola y la armas.
-Lo que tú digas, pero me valora. Me quiere. Dice que las alemanas a mi lado son pura fantasía.
-Ya, ya sé cómo dices… ¿Y en qué idioma Hablaba Paquito?
-En alemán, por supuesto. Añadía quiebros castellanizados que hacían mucha gracia a los alemanes. Fíjate, Lola, se paraban para escuchar a Paquito y antes de irse se partían de risa.
-¿No le contestaban, Mari Pili?
-Ah, pues no… Fíjate, Lola, no había caído. Ninguno le contestó.
-Ya… En cambio, tú hablabas con él sin problemas.
-Claro, Lola.
-¿Tratasteis de hablar en alemán entre los dos?
-Sí, sí; hubo un momento en que, de hablar tanto ese idioma, olvidamos el español.
-¡Jesús!... Y una cosita, ¿ahora que estáis en casa, seguís practicando?
-Sí. Ahora que hemos cogido carrerilla, es mejor hablar en alemán.
-Ah… Oye, ¿y qué os decís?
-De todo, Lola… Una delicia. Debías probar.
-Yo llevo años, Mari Pili, años…
-¿Sí? Nunca me lo habías contado Lola. Pensaba que entre nosotras no había secretos… Qué piojosa eres.
-Alemán no hablamos, ¿eh? No te enfades. Pepe, ya sabes que es un hombre cultísimo y le encanta el mandarín. Sobre todo lo habla al levantarse y al caer al día.
-Y entre medias, ¿qué habla?
-Ni idea, no estoy con él.
-Y tú, ¿también hablas mandarín, Lola?
-Mari Pili, bien sabes que no soy un cerebrito. Todo el estrellato y protagonismo se lo cedo a Pepe; soy buena esposa. Yo hablo arameo. Es un idioma virtuoso a la par que sencillo… como yo, Mari Pili.
-Y, ¿hablando distintos idiomas, os entendéis?
-No. Pero, antes hablando el castellano, tampoco y, para colmo, menudos globos nos cogíamos. Con el método actual esto es un camino de rosas.
-¿Sí?
-Sí. Esta mañana se levantó con un mandarín de las tierras internas, vamos, con fuerte acento. Fíjate como sería de fuerte, que le ví hasta la coleta. Su bigote subía y bajaba… Impresionante, Mari Pili.
-¿Qué decía?
-A esas horas es el hombre gramola. Llevaba en las manos un calcetín y un calzoncillo. Subía, bajaba las manos en perfecta coordinación… Me devoraba con los ojos.
-¿Sí?, ¿y tú, qué hiciste?
-Contestarle, claro, pero en arameo. No le contesté como yo hubiera querido, es verdad, porque como estaba medio devorada por su pasión, pues hice lo que pude.
-¿Qué hiciste, Lola?
-Le plantifiqué el cesto de los calcetines y los calzoncillos en la cabeza. Serena, decidida y con la misma mirada devora hombres que él me pone.
-¡Soberbio!, Lola, soberbio.