viernes, 6 de septiembre de 2013

¡AY LOLA, LOLITA,LOLA!

-¡Loooola!
-¡Ay, qué susto, Mari Pili!... ¿Por qué todos me chilláis?
-Motivos tendremos, ¿no te parece?
-Mari Pili, a mí háblame claro, eh, sabes que soy más corta que las mangas de un chaleco y se me escapan hasta las moscas que me entran en la boca de tanto tenerla abierta.
-Pues te lo diré: me tienes harta.
-Nueva noticia, toda la vida oyéndote lo mismo. Dame datos, frecuencias, sintonía, numerología, algo…
-¿Es que no tienes memoria?
-Pues fíjate, Mari Pili, no sé si es por la ubicación de la parabólica, pero que pierdo la memoria como el canal, nada. A ver, muévete para la izquierda un poco… nada, chica.
-Pues te voy a poner yo a ti la memoria al fresco ahora mismo.
-¡Cuidadín! Que soplan los vientos alisios y se me enfría la memoria y es peor el remedio que la enfermedad.
-¿Sabes cuál es tu problema, Lola?
-Tengo tantos que están en cola. Eso sí, enumerados de principio a fin
-Pues el que te digo yo no lo tienes puesto en la cola del pescado, Lola.
-Mujer, si es pescadilla, sí, porque se muerde la cola.
-Qué pescadilla ni que niño muerto, leches. Si no hablaras tanto y observarás más…
-Pero, Mari Pili, como voy a observar si no veo, ni las gafas de culo de vaso me arreglan este desperfecto. Así que solo me queda hablar y hablar y, después, seguir hablando, así hasta quedarme afónica pero, fíjate, aún jamás me he quedado sin voz… Es un prodigio, ¿verdad? Sin duda tengo una garganta profunda.
-Es que si al menos, Lola, en tus profundidades encontraras algo hondo que decir… Pero lo tuyo en una sandez detrás de otra.
-Anda, claro, Mari Pili, ahí está mi mérito. Decir, decir y no decir nada y, así, no ofendo a nadie, ¿no te parece maravilloso?
-Pues para que te enteres, ofendes, y mucho.
-¡Leches, bollitos de pan, caracola, suizos y cruasanes! Dime a quién ofendo yo, rediez…
-A mí, sin ir más lejos ¿Te parece poco?
-Mujer, me habías asustado. Tú eres de casa y no cuentas. Pensé que había ofendido a mi Pepe y eso son palabras mayores porque no es sangre de mi sangre.
-¡Anda, coña! Ni yo tampoco.
-¡Gracias a Dios, hija! No me quiero imaginar que por ti corriera la misma sangre que la mía y tuvieras, por tanto, el mismo cerebelo que yo. No, Mari Pili, lo que tú y yo tenemos es mucho más grande que la sangre, el espacio, la luna y el sol…
-Lola, se te ha olvidado los planetas.
-Tienes razón, Mari Pili, como siempre… ¿Ves? Si tuviéramos el mismo RH y CO2, ahora no me estarías abroncando, con lo bien que te lo pasas tú montándome estos chochos…
-¿Y de qué me sirve, eh?
-De poco, no te voy a engañar, pero la bilirrubina que sueltas, ¿qué me dices? Ese sí que es un gran favor el que te hace mi sencilla y humilde persona, y tú a cambio, ¿qué?
-Tooooda la vida aguantándote.
-Cantemos, pues, Mari Pili ¡Toooda la vida, esperáaaaaandote estuve, y al ver que no llegabas, pegué la hebra con otra floooooooooooooooooooooor!


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