Ay,
creo que he matado a mi Pepe, ha dejado
de hacer ruido… Esperaré un poquito antes de llamar a la policía por si
resucita, ¿no os parece? El caso es que no sé por qué he de llamarles, le entierro y santas pascuas, ¿no? Me ahorro
burocracia, aunque una vez me dijo:
-Lola, si me muero, no me entierres.
-Como quieras, Pepe. ¿Te momifico y te pongo en un expositor?
-Te hablo en serio, Lola. Me incineráis.
-¿Cuánto cuesta quemarte, Pepe?
-Tengo un seguro hecho, tranquila, no tendrás que pagar nada –mi Pepe tan previsor y ameno para todo…
-Y luego… ¿qué hago con tus polvos?
-Se dice cenizas, Lola, y se meten en una vasija y se entregan a los familiares y, estos, las esparcen por un lugar significativo para el difunto, ¿me entiendes?
-Ay, Pepe, no estoy dispuesta a esparcir tus polvos por la casa, se me pondría perdida de suciedad. Además, Pepe Perro tiene alergia al polvo. ¿Te coloco encima de la chimenea de adorno o, en la estantería para que me veas ir y venir? Dime…
-Lola, haz lo que te dé la gana.
-Vale, te meteré en el altillo.
… No entiendo por qué ha tenido que morirse justo ahora que España se hunde entre coletas y Marianito el gafotas. No fue para tanto y encima, ¿qué hago ahora con la hipoteca? Menudo lío… Anda que cómo me acusen de asesina… Bueno, digo que fue homicidio involuntario, en defensa propia, pero claro, iré igualmente a la cárcel… Yo no tuve la culpa, tenía deshechos los nervios por sus ronquidos y le di un golpecito de nada; se cayó instantáneo… Ay, podía revivir… Me siento fatal, ¿serán los síntomas de la viudedad? Podía haber asesinado al presidente funcional de gobierno, él sí que me ha dado motivos, pero a este pobre hombre trabajador y tan calvo... Mi Pepe era tan, tan bueno, qué buen carácter tenía, qué bien le sentaba la calva, qué cuerpazo tenía tan redondito… Pero, ¿a quién se le ocurre matar a un marido? “A ti, Lola, a ti”… Ay, Dios, que estoy oyendo voces, ay, que esta vez va en serio, que me estoy trastornando… Voy a velar un poco el cadáver…
“Ay, Pepe, te moriste justo en el momento en que te iba a decir que jamás volvería al mercadillo, sabía que te haría feliz mi decisión y te has ido al otro barrio sin saberlo, ay, que pena…”
-Lola, ¿qué haces ahí de rodillas?
-¡Jesús!, qué susto me has dado. Ay, Pepe, júrame que nunca te vas a morir, júramelo, al menos hasta que paguemos los estudios de los chicos y la hipoteca y el coche y el préstamo y… Luego te mueres cuando te dé la gana… Ah, nada de morirte hasta que no se supere la crisis hispánica, un país en continuas elecciones solo puede llevarnos al desastre, eh.
-Te lo juro, Lola, y ahora ¿seguimos durmiendo?
-Sí, Pepe, lo que tu digas…, lo que tú digas, además, he de madrugar, Mari Pili me espera temprano para ir al mercadillo… Por cierto, Pepe, no ronques.
-Lola, si me muero, no me entierres.
-Como quieras, Pepe. ¿Te momifico y te pongo en un expositor?
-Te hablo en serio, Lola. Me incineráis.
-¿Cuánto cuesta quemarte, Pepe?
-Tengo un seguro hecho, tranquila, no tendrás que pagar nada –mi Pepe tan previsor y ameno para todo…
-Y luego… ¿qué hago con tus polvos?
-Se dice cenizas, Lola, y se meten en una vasija y se entregan a los familiares y, estos, las esparcen por un lugar significativo para el difunto, ¿me entiendes?
-Ay, Pepe, no estoy dispuesta a esparcir tus polvos por la casa, se me pondría perdida de suciedad. Además, Pepe Perro tiene alergia al polvo. ¿Te coloco encima de la chimenea de adorno o, en la estantería para que me veas ir y venir? Dime…
-Lola, haz lo que te dé la gana.
-Vale, te meteré en el altillo.
… No entiendo por qué ha tenido que morirse justo ahora que España se hunde entre coletas y Marianito el gafotas. No fue para tanto y encima, ¿qué hago ahora con la hipoteca? Menudo lío… Anda que cómo me acusen de asesina… Bueno, digo que fue homicidio involuntario, en defensa propia, pero claro, iré igualmente a la cárcel… Yo no tuve la culpa, tenía deshechos los nervios por sus ronquidos y le di un golpecito de nada; se cayó instantáneo… Ay, podía revivir… Me siento fatal, ¿serán los síntomas de la viudedad? Podía haber asesinado al presidente funcional de gobierno, él sí que me ha dado motivos, pero a este pobre hombre trabajador y tan calvo... Mi Pepe era tan, tan bueno, qué buen carácter tenía, qué bien le sentaba la calva, qué cuerpazo tenía tan redondito… Pero, ¿a quién se le ocurre matar a un marido? “A ti, Lola, a ti”… Ay, Dios, que estoy oyendo voces, ay, que esta vez va en serio, que me estoy trastornando… Voy a velar un poco el cadáver…
“Ay, Pepe, te moriste justo en el momento en que te iba a decir que jamás volvería al mercadillo, sabía que te haría feliz mi decisión y te has ido al otro barrio sin saberlo, ay, que pena…”
-Lola, ¿qué haces ahí de rodillas?
-¡Jesús!, qué susto me has dado. Ay, Pepe, júrame que nunca te vas a morir, júramelo, al menos hasta que paguemos los estudios de los chicos y la hipoteca y el coche y el préstamo y… Luego te mueres cuando te dé la gana… Ah, nada de morirte hasta que no se supere la crisis hispánica, un país en continuas elecciones solo puede llevarnos al desastre, eh.
-Te lo juro, Lola, y ahora ¿seguimos durmiendo?
-Sí, Pepe, lo que tu digas…, lo que tú digas, además, he de madrugar, Mari Pili me espera temprano para ir al mercadillo… Por cierto, Pepe, no ronques.
2 comentarios:
Este escrito es muy gracioso. Hiciste que imaginara todo.
Un saludo
Muy bueno, María Ángeles. Me ha ocurrido como a Malque.
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