viernes, 24 de febrero de 2017

LAS PENAS SE MATAN CON ALBONDIGAS

Cuando terminé de hablar con las paredes, me di cuenta que no soy nadie sin mi Pepe.  Nadie me replica, nadie me contradice, nadie me enseña. Vamos, me aburro como una ostra, me falta vidilla, la sal de mis horas. Así que nuestros reencuentros son lo más. Lo de menos es que al minuto y medio yo ya estoy en la posición de salida que no es otra que la de enfadada. Claro que lo más tremendo para mí y suerte para Pepe es que me enfado tanto que cuando voy a recapitular los agravios ejecutados por mí Pepe, no sé por cuál enfado he de darme por ofendida, se me ha olvidado. Lo más inteligente sería un enfado globalizado pero como mi desmemoria es global, mi supuesta globalización es un fiasco, insisto, para suerte de Pepe.
Y es que esta semana he estado sola hasta que apareció mi Pepe en posición de caballero medieval a rescatar a su dama ¡Qué semana, mamma mía! Si no llegan a ser por “las armóndigas” de mi prima Mari Espe, me suicido en el lavabo. ¡Qué armóndigas más ricas! Nos las comimos todas que si no, la pido una cazuelilla pa ahogar mis penas en su salsa con una hogaza de pan. No he dicho más disparates porque no me ha dado tiempo y como no estaba Pepe para recriminar mi vocabulario pues ancha es Castilla, pero ni eso me ha consolado. Está visto que cuando algo se tuerce, no hay que engañarnos; la situación es susceptible de empeorar y mucho, eh. Pero cuando la situación parecía próxima a enderezarse y mi cabeza emerger a un nuevo mundo como Colón, llegó el fontanero y me remató.
Yo pensaba que como mi Pepe no había más que él en su especie, ni reproducciones, ni copias, ni na. Sin embargo apareció el fontanero de nombre Cristóbal ¡Qué Cristo sin el bal! Solo digo que era mi Pepe en versión triple. Me dejó tartaja.
“Señora esto es una bomba de relojería, de un momento a otro estalla” Yo achicaba aguas con la escoba mientras él me ahoga en desastres naturales. Por culpa del local de mi madre, Valladolid se vería obligado a ir en barca para comprar el pan… Igualito que mi Pepe cuando se pone a enumerar los cataclismos que pueden llegar a suceder si… Menos mal que “ese si…” casi nunca se da, a dios gracias. Pero el fontanero, insisto, en versión triple, igualito que si te tomas un dry Martini triple, actitud que aunque fueran horas de no estar puestas las calles vallisoletanas aún, debí hacerlo y tomarme un par de ellos para no soportar conscientemente al tal Cristóbal.
Me libro del fontanero, una vez que le pago por contarme las catástrofes porque otra cosa no hizo y llega a mi vida “otro propio” de corte distinto con resultados similares y mi Pepe sin aparecer. El fulano se pone a mirar las paredes, los techos, a poner cara de asco, si me apuráis sentí hasta su desprecio en mi ánimo ahogado previamente por Cristóbal. Mi cabeza ya solo daba de sí para decirme “Escúpele, dale una patada en los güevos” pero me contuve más que nada porque me empezaba a bloquear y encima ya estaba tartaja y cada vez que el fulano me hablaba yo parecía potencialmente idiota con un par de pedruscos en la boca que impedían que le dijera “Vete a la mierda”
Al fin se largó por dónde había venido, a dios gracias, y llega un buen hombre, por fin, a mi vida. Me arregla la puerta, le pago, se va y…la puerta que no cierra, que sigue rota. Mentalmente me puse a llorar aunque lágrimas no salían, bastante ahogada estaba yo de agua como para que mi cuerpo se pusiera también a expeler agua.
 Y llegó mi Pepe montado en su rocín negro maldiciendo porque no encontraba hueco para aparcarlo. A mí a esas alturas, me importaba un pepino que los mil caballos negros de Pepe fueran a ser multados por un propio vallisoletano cuyo objetivo es engordar las arcas municipales a costa de los rocines y sus conductores. A mí lo que me importaba es que mi Pepe ya estaba junto a mí calentándome la oreja y diciéndome “tranquila, todo se arreglara”… Claro, luego añadía lo mal que había hecho las cosas, yo, él no porque no estaba.

¡Ay si no llegan a ser por las arbondigas de mi prima Mari Espe, qué hubiera sido de mí!
Por cierto y hablando de  los beneficios de las albondigas, en mi novela MUJERES DESCOSIDAS, el plato estrella de la novela son las albondigas, ¿qué coincidencias, verdad?

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