Tabardillos,
arrebatos y ahora esto; el dentista. Éramos pocos y se tuvo que acordar de mí y
llamarme. Y lo peor es que fui. Me sentó en el sillón de matar y me dejé.
Me miro a oscuras
para no asustarme y veo que el lado izquierdo está violeta, formato globo a
medio hinchar. En ná, azulgrana. Claro, como no podía hablar, no le pude decir
que yo era del Atlético de Madrid y no del Barcelona.
¿Desesperada? No,
solo rabiosa, pero como casi no puedo abrir la boca… Creo que los pabellones
auditivos de mi Pepe descansan felices. Ahora que se preparen para cuando mis
cuerdas vocales se expansionen y se expresen. Mientras, en silencio y en dolor.
Bueno, dolor ninguno. No voy ahora a dramatizar, pero ese silencio constante me
mata, así que he decidido escribir, al menos me expresaré de alguna manera y
forma.
Pepe dice que si
no puedo soportar el silencio, que me calle… ¡Tiene un humor inglés este
hombre! Claro que el otro día dijo a los amigos que vivía de la literatura y yo
no le contesté; tonta de mí. Todo porque en un momento de intimidad le conté
muy orgullosa que había cobrado mis primeros beneficios de mi novela Sevilla…Gymnopédies;
estaba que me salía de contenta. Muy mal hecho. Hay cosas que me tengo que callar,
pero como no soporto el silencio, antes muerta que muda, largo todo y así me
va; soy la perfecta bocazas. Me tenía que haber callado e irme a mi estilista,
el chino del barrio, y haberlo invertido. O mejor aún: habérmelo gastado en una
juerga con mis amigas. Claro que las hubiera puesto en un compromiso pues al
final ellas hubieran tenido que poner dinero pues mis beneficios son
minúsculos, pequeños. Pequeños hoy, pero el tiempo dirá. Dirá si me quedo en el
anonimato o, o, o, o, o, o…
El caso es que me
estaba lamentado, porque quejarse hay que quejarse, ya lo dice un refrán que el
que no llora no mama, cuando me suena el móvil. Descuelgo y digo “Iga” (la D no
me salía por la hinchazón bucal) y me contestan “Soy el tío Pepito, te quería
hacer una consulta como escritora…” Yo que oigo que alguien de la familia me
toma en serio con eso de ser escritora, mi ego se infló de tal manera que me
fui yo y el ego al suelo; me caí del sillón. No sé qué hice, como estoy un poco
empanada y las pastillas del dentista para frenar el dolor me dejan ralentizada…,
yo qué sé, el caso es que aterricé.
¿Qué contesté a
mi tío Pepito desde el suelo? Yo qué sé, el caso es que a los diez minutos
estaba en casa…, mi tío Pepito.
Quería que le
escribiera algo sobre la Virgen para recitarlo en su parroquia. En fin, estaba
yo cómo para Vírgenes y Magdalenas pero para uno que me toma en serio pues no
le iba a decir que no.
¡Qué empanada, ni
la gallega! Mi imaginación es poderosa, pero es que hoy ha desbarrado hasta
límites insospechados. El caso es que tío Pepito estaba emocionado recitando lo
que su sobrina había escrito hasta que llegó el gafe de mi Pepe y tío Pepito
le da a leer mi poema.
El bigote de mi cenizo esposo comienza a subir y a bajar como los ascensores y cuando termina de leer,
me mira y me pregunta “Gordita, ¿Qué hace tu nueva novela, Mujeres descosidas,
delante del calvario?”
¡Leches! Es que
este hombre mío roba el lirismo hasta a una caja de cerillas.
2 comentarios:
Querida Angel, como siempre me partí de la risa con tu relato. Esta vez, la visita al dentista y la posterior mudez, por la hinchazón de la cara.
Tienes razón , para una mujer, no poder hablar es la peor tragedia. Me pasa igual, soy una bocona.
Qué gusto que cobres las regalías de tu libro. Yo solo he ganado dinero con mis cosas una vez que concursé con un cuento infantil en la Municipalidad de Providencia. Era bien poco, pero igual me sentí rica. Con lo vacío que está siempre mi monedero...Pero ¡ ay! sentirse una verdadera escritora es algo que no tiene precio. Te entiendo, amiguita hermosa. Somos dos.
Al final, no sé si quedó mi comentario. Pero quiero que sepas que pasé por tu blog y como siempre me hiciste reir con tus cosas.
Un abrazo de Lillian
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