lunes, 6 de marzo de 2017

LA MOSCA

No es justo que me levante a escribir cuando aún no se ha encendido el sol y venga una mosca a tocarme las narices. Sí, un insecto diminuto en vías de crecer y llegar a ser mosca cojonera.
Al principio pensé que al tener la ventana abierta por ahí se colaba, así que la cerré. Luego recapacité y quizá fuera mi Pepe en versión mosquito vigilante pero fui a la cama y dormía como un angelito. Más tarde me decidí a limpiar la habitación como una marujona de pro; pues tampoco, todo estaba como los chorros. Y ya me harté y la dejé por imposible pensando que se cansaría pero, ¡qué va!, menudas confianzas está cogiendo la moza.
Esta mañana se ha ahogado en mi vaso de café…, pero resucita. Mañana la tengo dándome los buenos días. Si hay días que la mato, la asesino contra la pantalla del ordenador y al rato se ha levantado como Lázaro.
Se lo he contado a Pepe y el hombre se ha quedado esperando para nada. Primero porque Pepe necesita gafas o tener unos ojos que no ven pero ven como los míos. Y luego es que Pepe se presenta a ver a la puñetera mosca a la una de la tarde y a esa hora no está; tal vez duerma la siesta, esté comiendo o yo qué sé.
Lo que me ofende es que mi Pepe me haya preguntado ¿Segura que es una mosca? A lo que yo le he respondido “Sí, Pepe, un elefante no es, no cabe en la habitación”
El sábado, para rizar el rizo, vino con una amiga. No sé si vendrían de copas o qué, el caso que se pusieron a revolotear en la pantalla del ordenador y, como es muy sensible, se volvió medio loca…, la pantalla. Las dos moscas como si con ellas no iba mi enfado. Una terminó ahogada en el vaso de agua; ni café quería. La viva allí se quedó tan fresca, menuda amiga que no llora por su amigo muerto.
La verdad es que os cuento lo de la mosca como os podía contar que hoy he comido macarrones. No tengo nada excitante que contaros a no ser que estoy de los nervios con el parto de mi novela. Y tristezas, calamidades, angustias, retortijones, nadie quiere escuchar y lo entiendo, por eso no lo cuento. Aunque sabed que estoy fatal.
Bueno se me olvidaba contaros que la otra noche estaba tan no sé cómo que decidí hacer un pase de modelos a mi Pepe; el perro se apuntó rápidamente, pensaría que entre pase y pase, habría galletitas. El caso es que no se enteró de nada…El perro no, sino Pepe.
Y que conste que voluntad puso para darme su opinión, pero no atinaba. Creo que lo flasheé al pobre; cada uno da de sí lo que queda.
-Eso que te estás poniendo, ¿para qué es? Es un trapo muy raro, ¿no?
-Pepe es para la presentación de la novela. Y no es un trapo. Es una especie de vestido, chilaba o camiseta suelta larga, al gusto.
-¡Ah!... ¿Tienes más cosas para enseñarme?
-Síiii… ¿Esto qué te parece?
-Y eso, ¿qué quiere ser?
-¡Por dios, Pepe! Esto es…, es una especie de pantalón ancho a modo de falda o así.
-¡Ah!... ¿Y lo has pagado todo lo que me estás enseñando?
-¿Cómo no lo voy a pagar, Pepe? ¡Qué cosas tienes!
-Pero, ¿te devuelven el dinero? Y ahora que me acuerdo, ¿no me dijiste que necesitabas un pijama?
Bueno, pues eso. Lo devolveré, me devolverán el dinero y me compraré un pijama. Sé que a la mosca la gustará verme con atuendo nuevo.

¿Os he dicho que estoy fatal? Pero no me quejo, eh… Fatal, fatal.

2 comentarios:

Ana Mª Ferrin dijo...

No te engañes.
Estarás fatal, pero la coquetería de estar divina en la presentación te puede, como bien ha captado la mosca.

Así que golpe de carmín, toque de rimmel y pá lante. Bsss

Reina Letizia dijo...

No tomes ese café. Mejor agua.

Besos de Reina