Mi consejo es
rotundo: si vas a salir al mundo y necesitas gafas, póntelas a no ser que no
quieras ver. Recuerdo el 16 de marzo… Estaba tan nerviosa que no podía estar
con mi Pepe, pues era mirarle, aún sin gafas, y se me subía todo el cuerpo a la
garganta. Así que decidí aquella mañana irme de casa, lejos de este hombre cuya mirada era tan lastimera
como la del perro. Con las prisas de la huida, solo miré en el monedero a ver si
llevaba dinero. Normalmente salgo con dos euros, ¿pa qué más? Como haya más,
vuelvo sin ello y, aún así, hay veces que vuelvo empeñada pues como pase por la
puerta de mi estilista, el chino del barrio, él me fía.
Con los nervios,
no me acordé de las gafas, sí abrí el monedero, como os decía, y había diez
euros, ¡una fortuna!, pues ahí los dejé largándonos a todo mecha de casa mis
nervios y yo, incluso rodeando el negocio de mi estilista para no caer en sus
redes. ¡Craso error! Pues en el momento que te desvías de la ruta, te metes en
el corazón del lujo madrileño. Iba resoplando cuando mis ojos, o lo que llevo
debajo de la frente después de las cejas formato ojos, se toparon con un
escaparate monísimo. Me paro, observo,
digiero y me quedo prendada de un modelito cuyo precio era la locura de las
nenas 7,30 euros. Cuando me di cuenta, estaba en el probador mirando mí
torneada figura, ideal de la muerte, feo que lo diga, pero es la verdad. Aquel
vestido me sentaba fetén. Me lo quito, me visto, salgo y voy a caja. Pongo el
vestidito en el mostrador, abro mi monedero y saco el monedero. Lo abro y pongo
mis diez euros. Noto cara de sorpresa en la dependienta. Bueno, sorpresa no
sino más bien altivez y desprecio, quizá sí. Como veo que no se mueve, la animo a
que me cobre y va la tía y me dice con la voz gangosa de los pijos “Señora, son
730 euros”
Noté a mi rostro efervescente
como tirando a grana en preludio de tarde torera. Salí de allí al estilo Curro
Romero cuando el toro decía que le había mirado mal. Claro, al llegar a la
esquina me di cuenta que llevaba el monedero en la mano abierto y sin los diez
euros. Me tragué el orgullo y volví a por mi dinero. Allí, en el mostrador
reposaban repudiados mis dineros. Arramplé con ellos y me fui tarifando a casa,
era mucho mejor ver la mirada lastimera de mi Pepe que para eso no necesito
gafas; hasta la huelo a kilómetros de distancia.
Y… llegó la hora
torera, no las cinco. La mía era las siete treinta de la tarde. Poneros en
situación. Yo, de fresatomate, con los ojos desvirtuados de mi Pepe clavados en
la nuca. Se hace el silencio y las miradas expectantes del personal clavadas
como banderillas en mi humilde persona. A todo esto, a mi editor no se le
ocurrió ponerme el pasodoble “Bajo tu palio, un rosario”, me lo tuve que
tatarear yo solita con lo mal que canto, coña.
Sin embargo,
recibí una señal interna, esa de que os he hablado muchas veces aunque nunca os la
haya pasado a desarrollar, mejor que no lo haya hecho pues valoro mucho vuestros sesos centrados. Bueno, el caso que recibo la señal y siento como me
transformo en la Curra Romera mítica de tardes excelsas.
¡Cómo hablé, cómo
me sentí en mi propio jugo de bien!... Flores, aplausos, yo sin ver, claro. A
las gafas las había dado vacaciones, no veía un carajo, ni siquiera los ojos
taciturnos de mi Pepe.
Conclusión: al
principio manifestaba rotunda que no se puede ir sin gafas. Ahora manifiesto,
igual de rotunda, que hay momentos que es mejor no ver.
¿Con o sin? Esa
es la cuestión. Yo triunfé sin ellas. Ahora, os aseguro que si me las llego a
haber puesto y lo primero que veo en el coso es a mi Pepe, salgo corriendo con
o sin pasodoble. ¿Por qué digo esto? Porque habían pasado tres días y mi Pepe
seguía con cara de precipicio, de abismo. Es tan tímido para ciertas cosas que
el riesgo no es para él sino para una chiflada como yo que en su día
interiorizó el eslogan de San Agustín del S IV en el que manifiesta que es
licito, incluso obligatorio, hacer una locura al año… Y yo, mis queridos
lectores, desde que despierto hasta que me desintegro por la noche estoy
haciendo locuras.
¡Buen fin de
semana!
5 comentarios:
Si haces muchas locuras al día déjame decirte que eres una anciana :P
Besos
Ibas a escribir tan bien si no estuvieras un poco zumbada.
Besos.
Qué bueno que ya enfrentaste tu hora clave y saliste más que airosa de la contienda.
Qué va qué importa el modelito de 730 Euros. Tú no lo necesitas para estar guapa.
Lo de los lentes. Te contaré, niña que yo soy miope desde los 15 años. Y por supuesto que no me ponía los lentes por ningún motivo para salir con un admirador. Si íbamos al cine, prefería no ver nada
y reirme o suspirar según lo que hacía él. Ahora tampoco los uso para hacer el aseo. Así creo que la casa está más limpia que una patena.
Cariños para tí
La verdad que mas que locura me parece que ibas un poco “arrebata” para no encontrarte con la mirada de tu Pepe, y con las prisas las cosas salen mal, pero aparte de pasar un buen rato en el probador que ha tenido su encanto, volver a la realidad… como que no tanto. Hija por Dios, ya no podemos salir a la calle sin gafas, después pasa lo que pasa. Divertida tu entrada. Un beso.
Me has matado. Leyéndote, estaba a punto de coger el AVE para después escribirte preguntando por la boutique monísima, cuando llego a tu explicación del error. Te lo pido. No vuelvas a salir sin gafas, plis.
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