Perro se acaba de subir a la mesa, ha desenvuelto
cuidadosamente la bandeja de buñuelos, obsequio de mi amantísimo Pepe, y se los
ha comido uno a uno sin degustar, así como tragándose bolas de crema; doce
perdigonazos entre pecho y espalda. Luego ha venido a mí relamiéndose con los
hocicos engatusados de azúcar. Me he mosqueado pues su pienso no lleva copitos
de nieve por lo que me he levantado y Perro me seguía ingenuo de él. Se
pensaría que le iba a aplaudir con las orejas y le he dejado el culo como un mapamundi.
Claro, antes de salir huyendo como los malhechores, me ha mirado sin comprender
mi ataque de nervios al borde de la histeria. Incluso, justo esta mañana, había
guardado mi jerga musical de oprobios que últimamente gasto y me sentía tan
feliz liberada de palabras malsonantes. Total, las he desempolvado y vuelta a
empezar hasta que he oído a una vecina decir a voz en grito “Vaya boca de
camionera que gasta la del 5ª A” Justo en el momento que iba a decir como
colofón a mi cabreo buñolero “Vete a tomar por c…”, mi frase predilecta de un
mes para acá, pero no pude rematarla por la vecina cotilla. De todas maneras,
¿qué culpa tienen los camioneros de mi mal café? Es meter a extraños en mi
ensalada, qué manía tiene la gente de meterse donde nadie le llama…
Y es que el asunto de los buñuelos en mi casa trae
cola. Mi Peluche mayor nació precipitadamente a los siete meses por un atracón
de veintisiete buñuelos ¡Qué malita me puse, madre! Claro el niño muy
esmirriado fue a parar a una incubadora y cuando me llevaron a verle me
emocioné muchísimo; tenía carita de buñuelo de crema sin rellenar.
Os podéis imaginar que estuve un tiempo sin ser
capaz de probar un buñuelo, se me revolvían las tripas solo con ver su aspecto
aceitoso rezumando azúcar, pero como todo en mí se olvida, un buen día pasé por
una confitería y me compré docena y media y me fui al parque a comérmelos,
¡estaban de muerte súbita! Eso sí, cuando llegué a casa vi las estrellas rodar
por la taza del wáter.
Ahora soy más prudente, me tomo cuatro o cinco, o
media docena y el resto lo dejo para dentro un rato. Y es lo que me ha pasado
esta mañana, de nada me ha servido la prudencia sino para acabar en las tripas
de Perro. Pepe se me acercó rápidamente al oír mis tensos alaridos y, ¡qué tufo
despedía mi santo Pepe, madre mía!
Olía a naftalina, lo que me faltaba, sin buñuelos
y con un marido empolvado de mata polillas. Sí, ya sé que así mi Pepe me dura
más aislado de bichos malignos y que no
necesita echarse colonia, con el aroma a mata bichos tiene suficiente.
Pobrecillo, si en el fondo le entiendo pues es un
puro agujero; en su armario hay un nido polillero que no hay tu tía exterminar.
Claro que el otro día llegó con dos agujeros en el vaquero y me decía “Haz algo,
Lola, las pérfidas polillas hasta se meriendan mis vaqueros” Miré los agujeros
que más que orificios eran dos socavones de gran envergadura, ¡qué mal le
sentaban los pantalones, madre!, parecía todo él una butifarra hasta que caí en
la cuenta “Pepe llevas los vaqueros fashion de Peluche”
4 comentarios:
Paso con mucho aprecio a dejarte un cordial abrazo. Me encanta visitarte y tus visitas a mi blog.
¡Me he reído!, si, de verdad. Estaba leyendo y reía.... últimamente río tan poco.... Gracias.
Me encanta tu forma de escribir, esa vena humorística que tienes te pega un montón, tiene estilo propio.
Cuando compré tu libro: MUJERES DESCOSIDAS, me imagina que su contenido sería algo parecido a lo que ya conocía de ti, pero nada fue como yo había pensado, he descubierto una nueva faceta tuya que también atrae, felicitaciones de corazón.
Mi ordenador vuelve a estar en activo y tengo la intención de ir visitando, poco a poco, a todos aquellos que habéis dejado unas letras en mi última entrada.
Cariños y buen comienzo de semana.
Kasioles
jajajajaja ayyy amihga que amena eres contando las cosas llevas razón lo que faltaba sin buñuelos jaja, ,mmuy bueno un abrazo grande desde mi brillo del mar
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