martes, 19 de enero de 2010

LOLA Y SUS ADORABLES VECINAS

Hola… Soy Lola.

¡Joder! Esto de vivir revueltos los unos con los otros y Dios en casa de ninguno, es muy tomate. No quiero criticar y no lo voy a hacer; cortaré un par de trajes, no más. He hecho un cursillo acelerado de patronaje este verano y vosotros sois los idóneos para que apreciéis mis dotes. Como estáis mudos, puedo largar hasta haber echado la última bilis. Si para colmo, lo que os cuento, lo lee alguna vecina, mejor que mejor; me tienen hasta el último pelo del moño.

Mi Pepe, siempre tan prudente, no deja despacharme a gusto, me lo tiene tajantemente prohibido. Él observando, tomando nota. Jamás emite un juicio ni poniéndole un sacacorchos en el culo. Todo se lo queda para él ¡Qué egoísta! Con lo bueno y sabroso que es compartir. Tiene que entender que yo soy lo que soy: pura expresividad. ¿Acaso me imagináis muda? Pues no. Necesito compartir con alguien la mala leche que me producen ciertas convivencias vecinales que caen en el surrealismo vodevil hasta llegar a pensar que lo mejor que le puede pasar a una es vivir sola con uno misma mismamente, y olvidarse de la gentuza que da vidilla a la mala leche.


Normalmente yo no pienso, lo hace mi Pepe por los dos; tiene mucho cabezón. ¿Para que voy a gastar de lo mío? Es muy importante ser ahorrador para cuando lleguen los tiempos de vacas flacas, tener remanentes. Pero esta vez, se ha negado a pensar ni un minuto en esta comunidad que padecemos. Y, claro, lo tengo que hacer yo.


A la primera conclusión que he llegado es que hay mucha peripatética suelta. Normalmente son mujeres. Los hombres son más inocentes: la cagan directamente sin dar la vuelta al ruedo, y la mierda sacude a todo el mundo de una vez. Pero a la mujer, Dios no le dio el don de la inocencia. Son como los tornillos tuerca: para encajar, han de dar antes miles de vueltas y, cuando han llegado al final, van y te espachurran contra la pared. Yo no soy así, ni mis amigas Mari Pili, Panchita la Licores. Las cuatro somos unas benditas, la excepción que confirma la regla. Yo, si pienso que eres una hija de puta, voy y te lo digo, ¿para que voy a estar dándolo vueltas? Hay que ahorrar tiempo y energías.


Panchita, mujer serena donde las haya, es muy digna y dice que ella no se da por aludida a los desagravios y que no hace daño quien quiere sino quien puede ¡Es cojonuda, la tía! Por eso es amiga mía. Lo triste es que no “me se” pega su sabiduría; soy como los chubasqueros: impermeable.


Licores, es de esa raza que no se hace, sino que nace con ella puesta; genio y figura hasta la sepultura. Luego la pobre llora, pero la nobleza obliga, y ella, que es mucha mujer, no se la nota que le han pisado el juanete y se caga en silencio en los muertos más frescos de la mala gente. Y Mari Pili, que os voy a decir de ella que no sepáis; es coetánea a Santo Jo. Decididamente somos cuatro mujeres bestiales, ¿a qué sí? Además, pienso que ser mala, pero mala de verdad, cansa mucho y desgasta. Estar todo el rato pensando cómo puedo putear al prójimo, retorciendo y estrangulando la realidad, tiene que ser de lo más cansino, ¿no creéis?


Ay, dejadme que respire. La impotencia me acogota… Ya.


Bueno, a lo que iba: el problema de las mujeres peripatéticas es la envidia, las horas de asueto que tienen para descuartizar al vecino inmediato.


Dicen que los gordos, lo bueno que tienen, es su carácter afable ¡Y un mierda! Yo me he encontrado a dos gordas y las dos me han jodido viva: la jefa de mi santo Pepe que la ha padecido hasta erizarle la calva ¡Oj, qué horror! Si hasta soñaba con ella. A Dios, gracias, su porquería la mató.


La otra gorda es mi vecina Asunción. Mucho tomate para digerirlo de una sentada ¡Redíos, qué mala es! Va de tres C: caritativa, cariñosa y condescendiente. Te pasa la mano por el lomo, te presta una cebolla, te invita a higos porque saben que te pierdes por ellos. Te regala charlas estupendas, de tal forma, que cuando te das cuenta, le estás narrando cuando fue el último coito con tu marido. Te saca hasta las anginas si te descuidas. Te maneja con el disfraz de la buena samaritana, tú cantando La Travista y ya, una vez que te ha chupado la sangre, va y te da una patada. Soy tan buena, bueno, eso no, sino… soy tan gilipollas que hasta que no me duele el culo no me doy cuenta del patadón que me acaba de propinar ¡Es que no aprenderé en la vida, coño! Pero lo tomate es que soy desmemoriada, mi cerebro es tan limpio, que borra todo y, claro, a los dos meses vuelvo a que me atornille, la tía guarra.


Luego está mi vecina, La Negra- no tengo nada contra la raza negra, ojito al dato. Es que está tan renegrida de toda la mierda que lleva encima-. Te mira en un no mirar, clavando su pupila en tu pupila azul, como diciéndote: “Como te muevas, te extermino”… Seguro que es nazi. Es la clase de mujer que ha ascendido- visceralmente hablando, ha subido los peldaños del soborno y parece que manda, que tiene, pero en realidad, se pudre en la miseria-. Cuando la veo, me giro para no toparme con el demonio. Pero, claro, mi pena es aún mayor cuando me percato que me acaba de poner una sonrisa y yo voy y le sonrío también. La educación me mata. Si mi madre no me hubiera llevado a un colegio de pago, sería seguramente tan guarra como ellas ¡Qué placer!, ¿verdad?


Me da rabia, leches, que haya tanta gente mala gratuitamente con alevosía y premeditación, por el mero placer de hacer daño, con el don oculto de manejar a otros para que sigan haciendo daño por ellos, pisen cogotes ajenos y luego se rían y digan que no han sido ellos sino los otros.


Mi padre tenía un dicho que está para consolar- sin sexo- aunque a mí misma mismamente no me consuele en absoluto, que versa lo siguiente: “Todo cerdo tiene su San Martín” Pero hasta que llega Martín con la guadaña, los cerdos han dejado cadáveres por doquier, ¿a qué sí?


La envidia, si crece rabiosa, es dañina y mala consejera. Ahí tengo a mi vecina Leticia, que va de Letizia con Z, que se pone como el mismísimo árbol de santa Claus para que todos veamos que tiene mucho y de todo, y luego su vida es tan mísera, retorcida y oscura, que no enciende la luz para no verse. Nada que ver con mi vecina La Cacharros; esa es tonta del culo desde su bautizo. Todo el día hablando de yates y no tiene ni una barquita hinchable… ay que joderse. Yo misma soy envidiosa de altos vuelos: de la mismísima Angelina Jolie y sus morros. De hecho, me compro barras labiales, que hacen el efecto óptico de inflarte tu boquita de piñón. Y digo yo: “¿A quién puñetas hago daño?” A nadie, ni siquiera a Angelina que no tiene el placer de conocerme.


Entiendo a mi Pepe que se desespere conmigo; soy imposible. Dice que sufro gratuitamente y que cuando tenga que sufrir de verdad, no me va a quedar sufrimiento en la despensa. Como siempre, tiene razón pero cuando una es genio y figura, es hasta que se muere, pero ya veréis cuando me reencarne. Seré avispa, de las que pican. Iré y me pondré morada en los culos de las dos gordas y en el de la negra, y en el de Leticia, y en el de la Cacharros y en el que “me se” ponga por delante… Ya veréis. No se podrán sentar en siete años. Seré “Lola, la avispa justiciera” que pica y jode pero no mata. Porque si mato, a ver ¿cómo voy a seguir jodiendo? Se me acaba el chollo y encima voy a la cárcel… Y un jamón. Por indeseables, no pierdo mi estupenda libertad, autoestima, equilibrio psíquico, paciencia, tiempo, mala leche y todo lo que lleva implícito ser persona con mayúsculas. Así que acabo de decidir, si os parece bien, que como ya me he desahogado, que las den por el mismísimo trasero, que yo, vuestra Lola, he nacido para ser buena gente… he dicho.


PD. Un poquito de por favor: no las contéis a mis vecinas que yo digo que son unas cabronas. Lo son, no hay duda, tengo pruebas, me reafirmo… Ayyyyyyyyyy, qué mala y deslenguada soy; no siento arrepentimiento ¡Cachis! Bueno, en la otra vida seré más mejor.

¡Ah!, hoy he hablado mucho, ¿verdad?


2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Jo, que vecinas...
Es para salir de casa con un lanzagrandas.

Besos.

ALBINO dijo...

Vaya dia que te ha salido. Mari Pili estuvo bastante calladita, pero tu te avalanzaste contra toda la vecindad. Y tengo que darte la razón.
Si yo te contara....
Me cago en los gordos y las gordas, y no por su volumen, sino por sus ideas.
Con un beso muy fino