¡Mi sueño hecho
realidad! No me lo puedo ni de creer. Cuando toda yo pensaba que mis quimeras
eran un simple fotomontaje, ¡Zas!, es cierta que existe la existencia.
Sé que prometí
hablaros de las señales que recibe mi instinto de escritora, pues aquí va una
de ellas ¡Muy tomate!...
¿De qué os estoy
hablando? Pues del personaje masculino de mis novelas, ¡Muy fuerte! En
Sevilla…Gymnopédies se llamaba Bosco, culto, erudito del arte y las letras, con
leves toques de esencia a hippy chic; las auxiliares de la residencia de mi
madre se enamoraron de Bosco hasta el punto que las tuve que llevar su retrato
robot, como esos que hace la policía cuando busca a un asesino en serie, pues
el mío en versión cañón y buena gente, claro. Para malos, no hay más que leer los
periódicos.
En Mujeres
descosidas mi nuevo galán se llama Jesús, no es que sea un nombre que me ponga,
pero es que en mi familia los Jesusees crecen como las setas y en tributo a
ellos, en especial a mi abuelo, pues le pongo Jesús y a una de las
protagonistas la llamo Daniela, como mi abuela, más que nada para que no se
encele porque mi abuela era una mujer de armas tomar. Pues bien, Jesús en
Mujeres Descosidas es maqui con boina calada al estilo Che, nariz aguileña,
médico, y de nobles valores muy consolidados… Hasta aquí, todo normal. Mi
retrato robot ha sido realizado en ambas novelas tomando de aquí y de allá. Una voz, una
sonrisa, una forma de hablar, una estatura… cualquier cosita me vale si es que
me topo con un hombre y le presiento posibilidades para mis fines literarios…
Hasta aquí, todo normal, insisto.
Pero héteme aquí
hoy, una mañanita dominguera en ciudad de provincias con un solecito de
febrero, de hielo puro y poca conciencia, voy a buscar a mi madre a la
residencia para darla un paseo y la pobre se ha quedado compuesta y sin paseo.
¿Por qué? Porque mi hombre XYZ novelero estaba allíiiii; como os lo cuento. Me
he puesto hasta las gafas de ver para ver , y no imaginar como siempre hago, lo
que de verdad se ha de ver con unas gafas de cristales bien graduados y
limpios, así qué fijaros hasta dónde llegaba mi impresión.
Me dispongo a
discutir con mi madre, afición entre ambas muy arraigada, mientras la ponía el
abrigo, cuando me dice “Ha venido el hijo de fulano. Un chico muy educado” Yo,
que también quiero hacer gala de los dineros que se gastaron mis padres en
educaciones diversas y variadas, contesto “Pues ahora me acerco a saludar” A lo
que añade mi madre “No vayas porque a ti lo que te pierde es lo cotilla que
eres” Mi madre, muy cariñosa siempre, pero yo arranco a andar dejando a mi
madre con un brazo dentro y otro fuera del abrigo mientras el eco de su voz
resonaba en mi espalda “Ven aquí, cotilla”… Demasiado tarde, mi suerte estaba
echada.
¿Qué habrá
pensado de mí? La cara no me la he visto, pero la he sentido, anda que la he
sentido, hasta mis músculos atrofiados de no moverlos para que no me salgan más
arrugas de las convenidas.
¡Qué sonrisa más
blanca, madre mía! Mi cerebro navegando normalmente a velocidad de crucero, en
esta ocasión se ha acordado de mí dentista y me ha dicho “Cómo no te deje esos
dientes, le cortas la cabeza” Mis ojos que nunca ven, en esta ocasión con gafas
de ver a todo volumen han perdido el pudor y las miles de dioptrías que poseen desde mi tierna infancia.
A continuación,
ya con los sesos disparados, me he dicho “Otra señallllllll” Sí, percibo ondas
cósmicas y el que no me quiera creer que no lo haga, para eso estamos en
democracia, pero yo percibo señales cada vez que lanzo una novela, puñetas, que
me invitan a seguir hacia delante, claro, cerrando las orejas a los comentarios
de mi Pepe que dice que los tontos cuando se acaba la linde, ellos continúan; a
mí que diga misa, porque ese hombre, el hijo de Fulano y Perantana, era real,
más real que la ficción, y lo más tomate es que era el protagonista sin él
saberlo de Mujeres descosidas. Yo lo había descrito con todo lujo de detalles,
si hasta la forma de mirarme era con la que Jesús miraba a Juana, la
protagonista.
¡Ay, cuando se lo
cuente a las auxiliares de la residencia, madre mía! Ese día ponen doble pañal
a las ancianitas mientras hacen cola en la habitación de Fulano para que las dé
una foto de su hijo… Que sí, que sí, que las mujeres somos así.
1 comentario:
Qué gracioso, qué lleno de vida es lo que tú escribes. Cómo disfrutarán en tu país leyendo tus novelas. Veo que son muy de gusto femenino, con ese tal Jesús de boina calada que de imaginarlo, me dan escalofríos.
Tu literatura me recuerda a ese gran escritor español, tan divertido que era Jardiel Poncela. Leí muchas novelas suyas: Espérame en Siveria, Vida mía. La Tourneé de Dios, Amor se escribe con H y otras que ya se me quedan por ahí.
Seguro que tú escribes en otro tono pero la chispa la tienes igual.
Publicar un comentario