jueves, 2 de febrero de 2017

VIKY Y LOLA… LOLA Y VIKY

Y de esto han pasado dos largos años…
 ¡Éramos pocos y parió la abuela!... Tranquilos, esta vez no vengo a contaros lo que he visto en la TV, aún no tengo complejo de parrilla televisiva. Mis colaboraciones hay que enfocarlas como manual de autoayuda. Es decir, si alguien piensa que solo a él y nada más que a él le pasan cosas raras, que se quite ese complejo absurdo. Simplemente tiene que leerme y automáticamente se sentirá aliviado. Os cuento…
Mi fin de semana ha sido denso, espeso, vamos que aún estoy sufriendo los estragos. El sábado 31 me levanté pues como se levanta una: despierta aunque profundamente dormida; era el cumpleaños de uno de Peluche pequeño y estaba dispuesta a agasajarle como se merecía. Sería el eje central de nuestras vidas, se sentiría el rey de la casa por un día. No pudo ser, los hados no estaban dispuestos. ¿Por qué? Hay mucho cabroncete suelto disfrazado de buen samaritano que pensó que como mi niño no tiene pareja de hecho ni de derecho, de alguna forma buscaría algo o alguien para que mi niño no sintiera la soledad ni las carencias afectivas. Y yo digo a ese amigo samaritano “A mi Peluche no le falta de ná porque no hay amor más grande que el de una madre”, pero no cuela. Año tras año el cabroncete se erige celestino y el 31 de enero ¡Cómo que se me atraganta!

Me puse a cocinar tan contenta, previamente había mirado si el niño estaba en casa y si dormía solo, todo en orden, con lo cual me puse a guisar un rico corderito con ayuda de la yaya Pichu aunque si lo llego a saber me espero, porque cuando estaba yo en el momento álgido de la cocción del corderito se levanta el homenajeado y dice “Madre tengo una sorpresa para ti” Automáticamente pensé que la criatura me había confundido con Isabel Gemio y añadió “Ahora te la traigo”… Yo muda para no meter la gamba. Además, eso de emular a la Gemio pues no me fascinaba; es una sabelotodo y yo sólo sé que antes muerta que sencilla, para todo lo demás tengo a mi Pepe que sabe de todo y más. Entonces, ¿para qué voy a gastar las pocas neuronas que tengo?
En fin, soy madre amantísima a la par que gilipollas, así que me acicalé, me santigüé y esperé novedades con el delantal de Mafalda que me da mucha seguridad. Mi sorpresa se hizo esperar, pero llegó y dijo con cara de cordero degollado “Madre, te presento a Victoria Federica, pero la puedes llamar Viky” Por un momento pensé que me traía a la nieta de la reina madre emérita y yo ya me veía en el palco de honor el día del desfile de las fuerzas armadas viendo a la legión con su cabra de turno y yo elegantemente vestida con mi delantal colorado de Mafalda, pero no. Viky era especial, ni nieta ni sobrina de reyes; mi gozo en un pozo.
La miré de una manera aprensiva. Me miró con unos ojazos zainos y a mí se me nubló la comprensión. En décimas de segundo por mi mente pasaron todo tipo de películas y eso que no era el día de los goyas. Vi a mi vecina obsesionada con los agujeros que hay en su jardín, el estupor de mis amigos cuando vayan a las veladas veraniegas a mi casa y les reciba Viky, a mi pobre Pepe, alma cándida, aguantando otra excentricidad de sus hijos… Vi de todo menos a mí misma, yo creo que había huido a las islas Caimán en busca de la fortuna de los Pujol.
Pero no, allí seguía sentada con mi estupendo delantal de Mafalda sin que Mafalda protestara porque encima de ella se estaba haciendo sus necesidades la Vicky.
Mi Peluche pequeño ya no se siente solo, únicamente amargado. Su madre acaba de dar el desayuno a Viky mientras el perro llora de amor. Sí, Perro es el único que se ha enamorado profundamente de Viky. Mi casa, amigos, ya no es una casa. No vayáis al zoo, venid al mío; un perro, un pez, una tortuga y ahora como plato estrella, una coneja. Se llama Viky.
En esta casa no hay nadie normal, ni siquiera la coneja que se deja lamer con gusto las caricias de un perro enamorado.

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