¡Qué bonito es el amor! Ayer descubrí, a destiempo,
claro, como siempre, que nací para organizadora de eventos nupciales. Sin duda
todo el mundo se querría casar para que yo les organizara la boda, habría
procreación y España no sería un país de viejos, pero como me dice mi Pepe “Dios
te colocó en este mundo y se le olvidó programarte” Y mirad que pongo buena
voluntad, eh, pero no hay manera, todas mis proyecciones las falta algo: los
pies, otras veces la cabeza, y en la mayoría de las ocasiones el cuerpo entero.
Ayer estuve de boda fina, de las que no las falta
de nada, ni siquiera el amor, ¡más bonito todo! Yo saqué el catalejo y no perdí
detalle. En esto que estaba haciendo un barrido para catalogar a la invitada
más elegante hasta la más descolocada visualmente, cuando me encontré a dos
especímenes dignos de película de la gran pantalla en cinemascope. Muy
discretos ellos, muy bien vestidos con pinganillo en oreja, una sonrisa que sin
ser estridente, estaba en el tamaño y lugar adecuado. Sus ojos no necesitaban
catalejos como los míos; veían todo y más, si me apuras hasta las enaguas de la
novia que, por cierto, eran divinas: Convirtieron a los invitados primero en
los perfectos colegiales que obedecen a todo y segundo, en los perfectos Julias
Roberts de la película Pretty woman: nos hacían la pelota, nuestros deseos se
hacían realidad antes de terminarlos de formular… Yo pedí un par de platos de
jamón y una botella de vino blanco fresquito. ¡Fui la envidia de las mesitas
puestas en el jardín! Además, en la finquita donde se realizó el
evento fino, de los finos de toda la vida, había hasta estanque con cisnes. No
patos, cisnes desplegando su vuelo acrobático para posarse después en las aguas mansas… Por supuesto sonó el himno de Paquito el chocolatero; ya os digo, no faltó
de ná.
En cada plato antes de comenzar pusieron una
cajita de una ONG y dentro había una nariz de payaso. Me la puse al instante
sin mirar la mirada felina de mi Pepe que me observaba desde el otro extremo de
la mesa, claro.
Un poco incómoda estaba, no os voy a engañar.
Encima de mi cabeza llevaba una especie de paellera, la más grande que encontré
por un precio asequible que, por supuesto, me la proporcionó mi estilista de
cabecera, el chino del barrio. Si a eso añado la nariz de payaso, pues unas
veces me ahogaba por respiración intermitente y otras mi paellera salía a tomar
vientos por un codazo impertinente o por el camarero despistado de turno.
Pero quizá lo que me preocupó más es que dentro de
mi descerebrado cerebro, a fuego tengo que la discreción y prudencia han de
estar siempre en primera línea de fuego. Y es que cuando íbamos a entrar al
comedor vino una linda camarera de cofia y delantal impolutos y me ofreció lo
que yo supuse que podía ser Sushi. A mí no me gusta pero yo vi las manos de la
gente que lo cogía y yo hice lo mismo por eso de donde fueres haz lo que
vieres. Pues bien, me lo metí en la boca, ¡craso error!, no era sushi sino
toallitas para limpiarse las manos. Discretamente me lo saqué de la boca; no me
ha reñido Pepe, así es que no lo vio. No sabía mal, una especie de limón con un
poco de espumilla.
¡Lo qué bailé, lo qué salté! Hoy no me puedo levantar, el fin de semana me dejó fatal, pero eso es otra historia…
PD. En otra vida, recordadme que haga estudios
para eventos nupciales; me encanta. Pepe está predestinado para eventos
funerarios. Lo borda: la palabra justa, el consuelo necesario, cara de
plañidero, la conversación indicada para el momento y el alabo al muerto con
todas sus virtudes. ¿Veis? Para ese oficio no sirvo… Yo he nacido para los
amores de la gran pantalla.
2 comentarios:
Lola, me hiciste recordar cuando yo fui también a una boda de lo más finolis. Se casaban unos sirios. Ella era rubia como un hada. Yo que creía que por esos países todos eran morenos y de nariz grande. ¡¡UPSS!! Perdón por la ignorancia...En esa boda de re copete fue cuando probé el caviar. Y no me pareció nada del otro mundo.
Muy gracioso es tu relato a pesar de que hay palabras de uso español que acá no conocemos. En fin, igual me reí mucho. Cariños de Lily
¡Ya he recibido tu libro!
Con 320 páginas, seguro que me vas a mantener un tiempo entretenida.
Cuando termine el que estoy leyendo, comenzaré con la historia de Juana.
Te deseo muchos éxitos.
Cariños.
kasioles
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