viernes, 4 de septiembre de 2009

LOLA Y LOS CHURROS

¡Puerca miseria! Qué disgusto más grande tengo. Tan grande que he tenido que matar la pena comiéndome una triple ración de chocolate con churros; con dos no se me pasaba.
Me lo he tomado todo muy deprisa ¡ojo!, casi me atraganto, pero no quería que me pescara Mari Pili y empezara a decirme “Lola, ¿cómo no vas a estar gorda comiéndote treinta y seis churros?” Claro que yo callada no me quedaría, antes muerta que sencilla y muda, y le contestaría rápidamente que eran churros Light hechos sin grasas ni saturantes ¡Hala!, vete a por otra Mari Pili.

Pero es que el disgusto fue serio: se levantaron contra mi graciosa persona falsos testimonios... ¿Qué paso? Mi hijo Peluche me llamo cotilla, a míiiiiiiiiii, a su santa madre... Vamos a ver, ¿para qué Dios me ha dado las teclas de la garganta? Señor, pues para tocarlas con la lengua y crear sinfonías tan armónicas como Mozart. ¿A qué sí? Pues no. Empecinado en que su madre Lola habla y habla sin parar de lo que sabe y no sabe.
Yo me defendía como gata panza arriba hasta que llegó mi Pepe y corroboró al muchacho sus sospechas “Sí, hijo, sí, tu madre nació sin un tapón en la boca”... Peluche entonces se puso como una hidra, claro que nada que ver cuando llegó Mari Pili y le escupió en la cara lo que mi garganta profunda la había contado medio minuto antes... ¿Quién es la bocazas, Mari Pili o yo?
Además, ¿quién es el surrealista que no acepta la incontinencia verbal de una simpática mujer (yo, claro) que no ha sido llamada para el silencio de los corderos ni para la orden del Cister? Peluche es el culpable de no ejercer el quinto mandamiento... ¿Y quién paga el pato de todo este mejunje de insultos y mentiras? La pobre Lola que cada vez que la acusan, va y se come tres raciones de churros para pasar la pena. Llevo ya veinte raciones acumuladas y temo que ahora sí que voy a engordar un poquito.

No entiendo cómo no me valoran con lo entretenida que soy que nunca me falta conversación... Por cierto, os estaréis preguntando qué es lo que cuento de Peluche para que éste se coja esos globos... La verdad es que no cuento nada. Bueno, matizo: cuento mucho, pero no es que Peluche me lo haya contado, que mucho cuidado tiene en no decirme ni media palabra, pero precisamente porque no me cuenta pues lo cuento yo... ¿El qué? Qué más da. Según me levanto, le miro la cara y según la tenga, voy y me imagino qué le puede pasar... Claro, y luego voy y lo cuento... Todo tan inocente que no me explico que me llamen cotilla y encima bocazas... Puerca miseria... ¿Queréis un churro?, yo ya no puedo más, se me ha pasado la pena... Gracias a Dios porque veía que me comía las churrerías de Sevilla entera y aledaños.

8 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Lola cotilla???
Noooooooooooooooooooo, ni loro inagotable, noooooo, nada de eso.

Besos.

Anónimo dijo...

Me acabo de levantar... ¿te quedan churros? :))

Besos.

José Luis López Recio dijo...

Buiena idea lo de los churros jajaj
Como siempre me he reido mucho con los cotilleos entre la familia que salen fuera del núcleo familiar, jajaja
Un abrazo guapa.

tecla dijo...

Oye Lola, que estoy a régimen y tengo unas ganas de comerme lo que sea...
¿Te queda algún churrilo?
Hablas mucho pero no veo que seas cotilla.
¡Yo te defenderé!

MentesSueltas dijo...

Hola M. Angeles, disfruto leyendote, siempre.
Lola, es un personaje reflexivo, al menos para mi.

Un abrazo y otro churro.

MentesSueltas

Deprisa dijo...

Si los churros no engordan... ¡Engorda la Lola que se los come! :P
Un saludo,
Deprisa

ALBINO dijo...

Reservame una docenita de churros. Ahora los hacen muy pequeños, porque los siguen cobrando por unidad y no por peso, y ahi está el negocio. Equivalen a los cinco o seis de mi juventud, asi que no es como para disgustarse tanto.
Y tu locuacidad, al menos la que conozco a traves del blog, me encanta. Me gusta que me cuenten cosas, lo mismo que me gusta contarlas. Y el que no quiera escuchar o leer, que se aguante.
Un beso.

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Venía a dejarte un beso, Lola.
Estoy muy vago.
¿Será la gripe A?...
¡Ah!...