¿Veis
cómo no puedo ponerme seria? Piensan que estoy triste. Ya le dije a mi Pepe
“Miarma, no puedo estar todo el día al estilo Jardiel Poncela. En algún momento
me tengo que centrar y hacer por ejemplo una tortilla de patata” La verdad es
que con mi explicación se quedó mucho más in que aut, se dio la media vuelta y
no dijo ni Pamplona, adiós gracias, porque medio minuto juntos es un ir y venir
de palabras que nunca confluyen, agotador. Para eso ya tengo a mi madre que,
según ella, siempre estoy dando motivos para que el mundo se levante contra mí.
A veces se me olvida que mi madre de vez en cuando regresa de sus paraísos
fiscales dispuesta a presentarme batalla y yo que entro al trapo solo con
mirarme pues se monta. Claro que la doctora me dice que hago bien, que he de
darla motivos para que piense, recuerde y hable…, y anda qué lo hago y sin yo
querer muchas veces. Sin verme ya me presiente y antes de que abra la puerta,
ella ya está sacando el capote.
El
otro día por más que la llamaba, era imposible que regresara de sus paraísos
fiscales, pero en un momento X me vio, momento que aproveché (erróneamente)
para decirla que estaba pensando en rellenarme como la reina con ácido
hialurónico. Su mirada cainita me taladró y después de sopesar sus palabras me
dijo “Menos pensar en ti, egoísta, y mejor dáselo a tus hijos que falta les
hace” Despepitada abrí el móvil a buscar una foto de mis dos Peluches y les vi
ideales, en cambio yo encontré de mí misma un selfie que ni con el nivel de
belleza al máximo se me quitaban las arrugas, así que me volví a mi madre y la
contesté “Digo a Peluche mayor que le voy a rellenar del relleno hialurónico y me manda a cascar nueces, mamá.
No te digo si se lo menciono a Peluche pequeño con ese carácter jovial que
posee. Me manda a las islas Caimán de un bufido”… Se queda callada y a
continuación “¿Cuánto cuesta rellenarles de ácido? Dímelo en pesetas y ahora
mismo llamo al banco”… Ese día salí con los sesos disecados y triste porque me
cuesta reconocer a la madre de rompe y rasga que fue, pero se me pasa, eh. Al
día siguiente volví como nueva y dispuesta a plantar cara al combate. Ese día
decidí leerla el periódico y comentar. No pasamos de la primera noticia, ni en
el congreso se arma la que se armó en la habitación de mi madre. Leo “El Congreso votará el jueves si
reforma el Código Civil para que las mascotas sean consideradas seres
«sintientes», en lugar de cosas, como ocurre desde el siglo XIX. Ya se han
recogido 243.000 firmas” Mi madre que aterriza y se acuerda del corderito
lechal que compró mi abuelo cuando era pequeña, tan blanquito, tan gracioso y
que mi abuelo asesino para comérselo ¡Pobrecita!, lloraba sin consuelo hasta
que se me ocurrió nombrar la palabra mágica que todas sus penas cura: el nombre
de mi Peluche mayor. Entonces, de sus ojos que casi no ven, de su rictus hosco,
emerge una luz maravillosa indescriptible y va y me dice “¿Por qué no dices a Peluche
que se meta a cura? Viven muy bien y nos vamos los tres a un pueblo perdido a
enseñar la palabra del Señor” Según hablaba me estaba imaginando a mi Peluche
mayor con sotana saltando y corriendo como las cabras por los montes diciendo a
sus ovejas “Ríete, mañana te puede faltar un diente”
2 comentarios:
Me encanta tu forma de enfocar una realidad que está al alcance de todos.¡Ya quisiera yo poder hablar con mi madre! Aunque me regañara, aunque no nos pusiéramos de acuerdo, al final acabaríamos fundidas en un abrazo.
Si algo temo en esta vida, es empezar a olvidar mis recuerdos.
Se me está haciendo tarde, hoy comienzo con una nueva asignatura y no quisiera llegar con la clase empezada, lo cierto es que tengo que atravesar toda la ciudad.
Ya os iré contando.
Ha sido un placer recibir tus letras, muchas gracias.
Cariños en abrazos.
kasioles
Jopelines, eres muy buena !! Me he reído y a la vez me ha gustado..muy humano!!
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