Mi boca no es
mía, está poseída por las manos de mi dentista. Es como si tuviera dentro
metralla o hierros; aún está por descifrar.
Mi Peluche mayor
se define por una risa perfecta y en esto que yo estaba cazando moscas y
se me ocurrió mirarme al espejo-cada vez que lo hago, drama al canto- y mis
dientes no eran dientes, o sí, pero no los de mi Peluche.
Más bien me
recordaban a los de uno de los personajes de mi tercera novela, a Lucrecio…
Este es un burro muy simpático que lo primero que ves o lees de él, son sus dos
inmensos paletos; pues así yo. Tal vez me hubiera inspirado en mis dientes sin
yo saberlo para desgranar el personaje de Lucrecio. Ya sabéis que los
derroteros de la mente humana son muy oscuros y los míos, ni os cuento.
Total,
resumiendo, yo quería tener la sonrisa perfecta de mi Peluche y me puse manos a
la obra. Fui al dentista y me convertí en la mujer tornillo en sus manos hacendosas.
Me puso, me quito, me volvió a poner hasta ayer que culminó su primero vigésima
construcción mecano en mi boca. Me he despertado sin labios, lo mío son morros.
Desde ayer no
como. Entre los alambres se me mete lo que intento meter y es una odisea en el
espacio bucal, así que se me han quitado las ganas de sólidos y practico
líquidos, pero pocos también.
¿Dónde fue a
parar mi sonrisa de burra feliz y sin complejos, eh? He pensado hacerme unas
cortinillas que se enganchen en las orejas para si me vuelven las ganas de reír
pues que no se me vean los alambras de mujer mecano.
Me he creado un
muro de lamentaciones lamentosas en que he pegado una nota escrita con letras
grandes que se pueda leer sin necesidad de gafas en la que dice “Muñeca eres
vieja”… No, no, tranquilos, esa frase que aparentemente suena perturbadora,
lapidaria, destructiva y derrotista, me estimula porque me hace recordar que
ahora que se me está reblandeciendo todo, la edad no perdona, la sesera no, esa
vino de fábrica sin posible modificación, pues si todo mi ser está blandito
pues las mandíbulas también y, si están tipo chicle, es de esperar que con los
hierros que el dentista me ha puesto tarden poco en domesticar mi dentadura, y
esta vuelva a sus ser y en nada luzca risa perfecta como mi Peluche.
¿Os han
convencido mis explicaciones? A mí no mucho, pero no me queda otra que sacar
leche de un botijo. Según mi Pepe mis dientes son tan brutos como yo y será
imposible domesticarlos. Él lleva tratando de hacerse conmigo 30 años y no ha
conseguido resultados satisfactorios.
Anda que si pasan
30 años sin comer, sin reírme y encima con el mecano puesto… ¡Puerca miseria!
2 comentarios:
¡ Ay, Lola, Lolita, Lola! Caíste en las manos del máximo torturador que existe ¡ El dentista!
No creo eso de tener dientes de " Platero y yo" léase burro...Eres demasiado linda para que lo vaya a creer...Pero, a estas alturas ya le habrán sacado a tus dientes la alambrada de campo de concentración y estrás hecha una reina otra vez.
Y ya no tomando la sopa con una pajita.
Creo que muchas tenemos los dientes algo porfiados porque antes nuestros papás no se preocupaban mucho de la ortodoncia... Yo pasé mi juventud riéndome con la boca cerrada. jaja Después descubrí que los dientes eran lo de menos y que importaba más mi ingenio.
jajajaja que dices tú vale yo llevo mis 50 años mas feliz que una lombriz que les den a todos la mia es esta igual una maravilla gracias ami dentista y merio porque eso si reirse es lo mejor de la vida , muy bueno un beso amiga hasta la próxima desde mi brillo del mar
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